Año CXXXVI
 Nº 49.672
Rosario,
domingo  24 de
noviembre de 2002
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Perú: Tallada en piedra
Fascinación y misterio durante el recorrido por la ciudadela incaica de Machu Picchu

Sonia Lucía Díaz

Prácticamente todas las actividades turísticas que se llevan a cabo en Perú están volcadas hacia el Machu Picchu. Podría decirse que con el tiempo, este lugar se fue convirtiendo en el símbolo de lo que fue la vida y el esplendor prehispánico de los Andes. Su ubicación geográfica y el entorno físico hacen de Machu Picchu un espacio de ensueño y de rara belleza, comparable a los más encantadores paisajes creados por la naturaleza y adornados por la mano del hombre.
El río Vilcanota, que corre por el Valle Sagrado de los Incas, pasa a sus pies en profundos y turbulentos meandros. No lejos de allí se eleva el imponente nevado Salkantay por encima de los 6.000 metros. Este entorno hace de Machu Picchu bastante más que un lindo paisaje. Rodeado por el pico Huayna Picchu y sus fantásticos paisajes selváticos, el lugar está envuelto de un aura misteriosa y sagrada.
Es posible acceder por vía férrea mediante trenes que parten desde la estación San Pedro en Cusco y luego de un delicioso viaje entre montañas, eucaliptos, nevados y tormentosos ríos, se llega a Puente Ruinas en Aguas Calientes. Desde allí en microbuses por caminos de cornisas, se llega a las ruinas. También es posible llegar en helicóptero (Heli Cusco), hasta Aguas Calientes. Además es factible acceder recorriendo los caminos del Inca, que fueron utilizados por los antiguos peruanos para llegar a la ciudadela de Machu Picchu y ofrecen al visitante la posibilidad de encontrarse en el camino con innumerables construcciones incaicas que combinadas con la naturaleza, dan una visión integral de la grandiosidad e importancia que tuvo el lugar.
Declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, constituye un poderoso atractivo para turistas y estudiosos de todo el mundo, desde que fue descubierto en 1911 por el investigador norteamericano Hiram Bingham. Atraído por el paisaje y la curiosidad, deseaba explorar la región andina y amazónica. Al encontrarse con estas construcciones pensó que había dado con Vilcabamba, el último refugio de los incas frente al conquistador español.
Si bien Machu Picchu no es Vilcabamba, sus trabajos y escritos transformaron para siempre a la región y dio un símbolo a Perú y a la humanidad. Gran parte de los nombres que se atribuyen a espacios y edificios se deben a él, algunos verosímiles, otros en cambio, son fruto de su imaginación. Podemos decir que este norteamericano "marketinea" y descubre para el mundo estas ruinas. Antes Machu Picchu era solo conocido por los lugareños y las tierras tenían dueño, el señor Angel Izarraga y cuando Bingham llega por primera vez, encuentra un graffiti de 1902 en el templo de las tres ventanas, autoría de su propietario.
Todavía en la actualidad circula por la Justicia, un expediente de herederos de Izarraga, reclamando la propiedad de las tierras o bien una participación en las utilidades de Machu Picchu.
La arquitectura es una muestra del más clásico estilo inca con sus paredes de piedra bien labradas, puertas típicas de forma trapezoidal, terrazas de cultivo y la siempre presente Intihuantana o piedra que "amarra el sol", que orienta al hombre en el tiempo y le marca las estaciones.
Recientes investigaciones indican que, si bien no es sabido cuando fueron levantadas exactamente las construcciones, sí puede afirmarse que las primeras fueron ordenadas por el famoso Inca Pachacuti, quien elige el lugar, por motivos religiosos y por la existencia de una cantera de granito blanco que posibilitó una construcción fina y permite hoy decir que Machu Picchu está prácticamente tallada en la piedra.
Dividida en dos sectores principales, la zona agrícola con las terrazas de cultivo servidas por el agua que corre de una fuente de piedra tallada y el sector urbano con los templos, zonas de trabajo, casas y plazas.
Entre las construcciones más destacadas se encuentra el Templo del Sol, el monumento religioso mas importante del Machu Picchu, de estructura semicircular y construido sobre roca sólida, posee de 10,5 metros de diámetro y tiene numerosos nichos en los que se colocaban las momias de los ancestros o difuntos.
Una de sus ventanas abre al este y el 21 de junio de cada año, el sol al salir entra directamente por allí, lo que nos cuenta de la importancia que tenía para los incas el culto al sol. En este templo se entrenaba a los sacerdotes del sol.
Para tener una idea cercana del esplendor de Machu Picchu en su apogeo, hay que cerrar los ojos e imaginarlo todo como estaba en su momento: el Templo del Sol revestido en oro, las construcciones de fino granito blanco, el Templo de la Luna con sus paredes cubiertas de plata, las terrazas angostas colmadas de orquídeas, y la majestuosidad de las montañas que rodean el sitio, hacen fácil creer que esto era un sitio más que especial.
Una gruta sugiere la existencia de una tumba real. Alrededor de esta y en forma de edificios bien tallados existen otras estructuras que hacen pensar en un espacio destinado a la realeza: el espacio más importante de la ciudadela.
Si se está por tomar el tren de regreso, vale la pena pasar por algunos de los buenos lugares que rodean la estación de ferrocarril como el café Amazónico y deleitarse con la cocina peruana, rica y variada. Además hay que probar la sabrosa trucha de la zona, acompañada de algunas de las tantas variedades de maíz, el cuy (conejo andino) y la alpaca que contiene cero colesterol, eso sí todo se saborea mejor con un buen chilcano de pisco, ese "alborotador quitapenas" como llamara a esta bebida el escritor peruano Ricardo Palma, una mezcla de pisco, lima limón, hielo y un toque de limón.



La ciudad inca estaba ordenada para el trabajo.
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