Año CXXXV
 Nº 49.662
Rosario,
jueves  14 de
noviembre de 2002
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El adiós del goleador
Ya nada será igual sin él

La madrugada de aquel 2 de junio perdudará en la memoria de unos cuantos millones de acorralados y pobres corazones, que por entonces se conformaban con poder acompañar el grito sagrado de gol que arrancaba desde la garganta de Gabriel Batistuta, acaso uno de los máximos referentes después del Diego. Ahora, el inconsciente se traslada al Lejano Oriente. La ciudad que obliga una parada es Ibaraki. Allí hacía su presentación oficial en la Copa del Mundo el equipo de Bielsa. El rival era Nigeria. El partido estaba chivo. Parecía que la pelota no quería entrar hasta que apareció la inmensa figura del eterno goleador, el Bati, y la Argentina terminó festejando en su debut.
Primer grito de Bati y de esas millones de almas desparramadas por todo el continente, que en muchos casos no entienden de capitalismo o socialismo, pero están unidos por una misma pasión que parte de un pedazo de cuero y en forma redonda.
Era el Batigol quien volvía a hacer feliz a muchos. Como en la última dédaca del milenio. Pero el sueño se convirtió en pesadilla. Argentina igualaba ante Suecia y se terminaba la ilusión. Pero habría más. Ese maldito día miércoles 13 de junio marcaría también en Miyagi el adiós de Bati con la celeste y blanca, esa misma que ya no será igual sin él.


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