Sergio Faletto / La Capital
Las sensaciones auriazules ya recorren el cemento del Gigante. Van y vienen sin cesar. No se ven, pero están. El deseo de ganar empuja hacia un rincón al temor de otra frustración. Lo achica. Lo quiere hacer desaparecer. Pero sabe que sólo lo logrará si el resultado emite el inapelable veredicto de la victoria. A la sazón el único juez en estas circunstancias, el que se maneja con la razón que da el triunfo. Central zarpa a las 15.30 con un único puerto posible: el del éxito. El promedio impone esa ruta, con la esperanza de que el tránsito sea accesible, pero con la certeza de que en estos casos lo importante es llegar, ya sin que interese demasiado la forma. Porque ocho son los partidos que transcurrieron sin ganar, y es por eso que hoy, en esta etapa final, Estudiantes es el primer rival a vencer, no sólo para sumar puntos, sino también para extender un proyecto. Es indudable que la tarea no será sencilla. Y no porque enfrente esté un rival de complicadas características como el que dirige Oscar Malbernat, sino porque el viaje depende de Central. Otrora un equipo efectivo, contundente, con pasajes de buen juego y con una organización estable. Pero ahora devenido en un conjunto por momentos ingenuo, con desacoples defensivos, fácil de superar en la zona de volantes, sin una conducción asumida en el campo y con la falta de certeza para concretar. Todo un ejemplo de irregularidad. Pero que tiene solución. La que se deberá encontrar rápido. Hoy puede ser el día para lograrlo. Y hoy debe ser el día para encontrarla. Los jugadores de Central deben dar por descontado que contarán con el apoyo inicial para buscar su reencuentro con los tres puntos. Al que tendrán que tributar con la firme actitud de buscar el arco rival. Con el orden necesario para evitar las desagradables sorpresas padecidas con Huracán y Talleres. Y con la precisión imprescindible para que las ocasiones terminen en la red de Docabo. Para esto Central tiene la misión de pensar el partido. Crear el juego necesario para quebrar la resistencia que ejercerán muchos jugadores visitantes. Marcar y quitar en el medio será casi determinante. A partir de allí comprender que para atacar y defender es fundamental el orden. Y de ahí en más utilizar el ingenio para vulnerar con la maniobra imprevisible. Así escrito parece simple. Y está claro que no lo es. Pero tampoco es imposible. Porque si lo hizo en un momento del Apertura, bien puede volver a ejecutar esa partitura que se hizo música. Por eso el destino de Central está supeditado a la obra de sus jugadores. Más allá del empuje de sus hinchas y de las consignas de su técnico. Las sensaciones no detienen su alocada carrera. La ilusión trepa los escalones como buscando un horizonte. El temor a no alcanzarlo se asoma y se vuelve a ocultar. Como jugando a las escondidas en la inmensidad del Gigante. Juego que será frenético con la pelota en movimiento. Y determinante con el resultado.
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