Desde el año 1500 antes de nuestra era hasta la actualidad, el volcán Etna registra unas 70 erupciones -la más grande de las cuales, iniciada el 11 de marzo de 1669, duró cuatro meses- y a lo largo de buena parte de estos 35 siglos su nombre estuvo ligado a algunos de los principales temas de nuestra cultura. El Etna, también conocido como Mongibelo (por "gebel", monte en árabe) en Sicilia -principal centro de la Magna Grecia- se encuentra en el valle de Bove, en el norte de la provincia de Catania. Este volcán dio su nombre a todos los volcanes porque en el fondo de su cráter, según la mitología, habita Hefestos (Vulcano para los romanos), quien a raíz de su fealdad desistió de mostrarse en el Olimpo y se recluyó en él junto con los cíclopes, gigantes de un solo ojo, de los cuales el más famoso fue Polifemo, al que rescató Homero en "La Odisea". La herrería de Hefestos fue tomada por el arte renacentista a través de los cuadros del español Diego Rodrigo de Silva Velázquez, quien en 1530 pintó La Fragua de Hefestos. Si bien el volcán tiene tres laderas diferenciadas, una de ellas cubierta completamente por lava, las otras dos son cultivables, particularmente la del lado sur, donde la joven Perséfone (Proserpina para los romanos) fue raptada por Hades (Plutón en la versión romana), para llevarla al mundo de las tinieblas. Fue allí también donde Demeter (Ceres), diosa de la agricultura, madre de Perséfone, enseñó a los hombres el arte de trabajar la tierra, al transmitirle su sapiencia al príncipe Triptoleno, el primer agricultor, quien también se convertía en serpiente para tirar del arado y colaborar con los hombres en la roturación de los campos. El Etna, cuyo nombre deviene de la ninfa homónima, que medió en las disputas territoriales por Sicilia entre Demeter y Hefestos, además de la gran erupción de 1669, tuvo otras muy importantes en los tiempos modernos en 1886, 1892 y 1910, pero ya en 476 antes de nuestra era, el poeta Píndaro había cantado sobre una de sus grandes manifestaciones de la furia de su prisionero Tifón. Ya en nuestros tiempos, a 2.943 metros de altura, sobre la gran plataforma que se formó con la erupción de 1669, se construyó un observatorio que permite observar la campiña que rodea el volcán más activo de Europa, donde se cultivan naranjos, limoneros y olivos, fundamentalmente, además de los cisnes del lago de Pergusa, cuyos cantos, según los antiguos, reflejaban la voz de Perséfone desde las profundidades. El Etna guarda los restos del filósofo Empédocles de Agrigento, al parecer tragado por su cráter durante una erupción, aunque otra versión lo da como ahogado en el mar. (Télam)
| |