La víctima de una violación asume una penosa odisea al presentar su caso a la Justicia. "Sabrá entonces que su palabra es menos creíble que la de un hombre, enfrentará el mito de que a las mujeres les gusta ser violadas o lo desean y difícilmente cuente con testigos", dice Susana Chiarotti, abogada y especialista en cuestiones de género.
Chiarotti es miembro del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem) y se desempeña en el Instituto de Género, Derecho y Desarrollo de Rosario. Para la especialista, todos estos cuestionamientos nunca faltan ante una denuncia de violación, que más allá de su carácter sexual definen situaciones por sus componentes de poder y dominación.
El problema se hace todavía más complicado con la falta de integración entre los estudios de género, específicos sobre las víctimas de ese tipo de violencia, y la falta de instancias de formación para los auxiliares de la Justicia intervengan con idoneidad ante los casos en cuestión.
La verdad dudosa
El primer obstáculo que debe enfrentar la víctima es probar que dice la verdad. "Eso se hace particularmente difícil cuando hay prejuicios dentro de la sociedad sobre cómo debe ser una mujer", dice Chiarotti. "Si habláramos de otros delitos, como un robo, nadie va a investigar si sos decente o no, si tuviste relaciones sexuales con algún hombre, cómo te vestís, dónde y con quién estabas, a qué hora saliste, cómo fue tu conducta anterior o si ejerciste la prostitución o no. Simplemente se toma la denuncia y comienza la investigación".
Para Chiarotti, la violación es un delito que sirve para controlar el tiempo y el espacio de las mujeres. "Te hace salir a determinadas horas, o en el mejor de los casos con determinados cuidados, por temor a la violación. Y hay lugares por donde no vas a pasar. Hay horas y lugares restringidos a las mujeres y no a los hombres por el temor a la violación. Es un delito que sirve para que las mujeres se queden en su casa", sostiene.
Que esas restricciones constituyen un mito lo prueba que la mayoría de las violaciones ocurren dentro de instituciones que se suponen de resguardo tanto a la integridad psicofísica como moral de las víctimas. La abogada señala que la denuncia de triple violación de una adolescente en la comisaría 1ª provocó estupefacción y alarma porque ocurrió en un espacio que debe resguardar y proteger del delito. Chiarotti dijo que de acuerdo a las estimaciones más confiables "el 86 por ciento de las violaciones ocurren entre conocidos de la víctima y el 70 por ciento de ellas, en el hogar". Después siguen otras instituciones como el barrio, la escuela, o las religiosas.
Entre los mecanismos de control también cuenta la vestimenta. "Siempre aparece en el reporte del médico forense o de los jueces la forma en que está vestida la víctima. Si estuviera vestida como las miles de chicas que van a bailar los sábados a la noche van a pensar que la víctima provocó la situación, o que de alguna manera la deseaba", apunta.
En el cruce de prejuicios, la especialista remarca el cruce de los anteriores con el mito "que sostienen los hombres en relación a que las mujeres disfrutamos de la violación". Las consecuencias son más cuestionamientos sobre la víctima: si consintió la relación y luego se arrepintió, si no pudo asumir que tuvo sexo con un hombre, o haber perdido la virginidad.
Y aporta un elemento más: "Está el mito de que la mujer es fabuladora. Por eso la palabra de la mujer siempre resulta menos creíble que la de un hombre". Ese menosprecio no sólo se da ante las denuncias por violación, dice Chiarotti, sino en los Tribunales de familia ante casos tan rutinarios como un divorcio.
Un delito particular
"Lo que no puede hacer el tribunal, es aplicar al delito de violación las mismas reglas que a otros delitos", sostiene Chiarotti.
Las mismas reacciones de las víctimas ante el ataque, como paralizarse, quedarse mudas o bañarse son las que luego, ante la decisión de realizar la denuncia, suelen volverse en contra de las mujeres ante el tribunal, sostiene la especialista. En ese sentido, son aportes fundamentales los estudios sobre violencia de género -"de varones sobre mujeres"- que desde hace al menos dos décadas sistematizan los movimientos de mujeres.
El inconveniente surge ante la falta de implementación de esos estudios y la inexistencia de cursos de capacitación de jueces y auxiliares de la Justicia. "En otros países como Costa Rica, Perú o Bolivia ya se implementan las capacitaciones obligatorias", señala Chiarotti, que considera que en Rosario es materia pendiente y no sólo en el fuero penal.