Guenther Chalupa
Moscú. - Rusia mantiene, más allá de la resolución sangrienta del drama de la toma de rehenes en el teatro de Moscú, su posición inflexible en torno a la cuestión chechena. No se han levantado aún las nubes de gas y pólvora en la sala que hasta hace unos días era el alegre escenario del musical más popular de la capital rusa, cuando comienzan a circular informaciones sobre una ofensiva a gran escala de las tropas rusas en Chechenia. Se trata de una puesta en escena militar que exhibe el rumbo marcado como la solución al problema del Cáucaso desde la óptica del alto mando ruso. Las mismas tropas cuya retirada había demandado el comando checheno que tomó en su poder más de 800 rehenes iniciaron nuevas acciones en la república rusa convulsionada por el movimiento secesionista. El presidente ruso, Vladimir Putin, habla de la continuidad de la operación antiterrorista. La comunidad internacional ha expresado alivio por el fin de la crisis pero también ha mostrado preocupación por el recrudecimiento del conflicto ruso-checheno. "El intento de extorsión contra el gobierno ruso ha fracasado", afirmó Vladimir Pejtin, el líder de la bancada del oficialista Partido Unidad en la Duma, el Parlamento ruso, "pero todos debemos tener en claro que con ello no terminó la lucha contra el terrorismo. Esa lucha debe ser incluso reforzada en todos los planos". El diputado Vyacheslav Volodin formuló por su parte un llamamiento a la comunidad para que saque las conclusiones correctas de los hechos en Moscú. Al fin y al cabo, dijo, existen "centros de apoyo" a los chechenos en algunos países, en evidente referencia a las acusaciones de las autoridades moscovitas sobre las conexiones de los líderes secesionistas con algunos países árabes. El líder comunista Guennadi Syuganov extendió las causas del problema checheno a toda la geografía rusa: "Las raíces del terrorismo se encuentran en todo el país, en el liderazgo destruido, en la miseria, en la pobreza y en los intentos de fomentar el odio nacional". La referencia al "odio nacionalista" apela a una cuestión que afecta a los miembros de los pueblos caucásicos no sólo en su vida cotidiana en Moscú. "A estos «chorniye» (negros, término utilizado en forma despectiva para los caucásicos) habría que eliminarlos a todos", decía con enojo una anciana rusa inmediatamente tras la liberación de los rehenes, expresando una actitud generalizada de amplios sectores de la población rusa frente a las comunidades del Cáucaso, de tez ligeramente más oscura. A pesar de su fijación en una solución militar a la cuestión chechena, hubo una reacción inmediata del gobierno ruso frente al evidente riesgo político de un auge del odio étnico. El viernes fueron suspendidas las emisiones del canal privado de televisión Moscoviya por incitación al odio racial. El mismo presidente Putin advirtió contra los excesos y aconsejó sensatez a la población. La policía había logrado el jueves frenar a último momento acciones violentas de la población rusa contra ciudadanos chechenos en la zona de Gver, junto a Moscú. El ministro del Interior, Boris Gryslov, instruyó ayer a la policía que reprimiera toda "ola de extremismo anticaucásico", sobre todo de sectores juveniles, en alusión a los temidos "skinheads" (cabezas rapadas) moscovitas. Gryslov declaró a la vez que las autoridades no se remitirían a perseguir el terrorismo en Chechenia. Los acontecimientos de los últimos días habrían demostrado que las redes terroristas se han establecido en las inmediaciones del mismo Kremlin. Mientras tanto, el sangriento fin de la toma de rehenes en el teatro fue recibido en todo el mundo con alivio, pero también con llamamientos a poner fin al conflicto checheno. A la vez, aumentaron entre los líderes mundiales los temores de un posible recrudecimiento de la guerra en la república caucásica separatista. (DPA)
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