París. - El asalto al teatro en Moscú, en el que por lo menos 90 rehenes murieron, fue una operación "compleja y de alto riesgo", en la que se utilizó gas paralizante y tiradores de élite, y cuyo balance podría haber sido aún más grave, estimaron tres especialistas franceses de la lucha antiterrorista. Los expertos juzgaron que esta operación -"compleja, larga y delicada de organizar"- debió ser lanzada "urgentemente" cuando los secuestradores chechenos amenazaron con volar el edificio. Según el capitán Paul Barril -ex oficial segundo del Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional francesa (Gign)- durante el asalto se utilizó un gas paralizante del tipo CS, que provoca una "pérdida de agresividad total", alcanzando los ojos, las mucosas y las vías respiratorias. Este gas se encuentra en dosis muy reducidas en granadas de las unidades de mantenimiento del orden de los países europeos, explica Barril. Según el capitán Barril, este gas -mortal cuando está concentrado en 30 miligramos por metro cúbico de aire- debió haber sido inyectado esta vez en estado puro segundos antes del asalto, en las salidas de aireación o de climatización del teatro, o en los orificios realizados en los muros. "Es el equivalente de un millón de granadas de gas lacrimógeno lanzadas en un lugar cerrado", afirmó Barril, que en diciembre de 1979 fue enviado a La Meca por pedido de las autoridades sauditas para aconsejarles en una toma de rehenes masiva llevada a cabo por un grupo islamista. Tras haber hecho explotar algunos muros para ingresar por varios lugares diferentes, los tiradores de élite de las fuerzas especiales pudieron, en su opinión, neutralizar al comando. "Por primera vez en un acto terrorista se superpusieron dos modus operandis: una toma de rehenes y una fuerte amenaza de atentado suicida con explosivos", aseguró un especialista allegado al Gign, que dijo que el balance fue "grave", pero que "se podía esperar lo peor en esta operación de alto riesgo" para liberar a más de 800 rehenes. (AFP)
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