Un grupo de 21 argentinos realizó a pico y pala la primera pista de aterrizaje de la Antártida, hace 33 años, cuando peligraba el mantenimiento de la base Matienzo, que las autoridades preveían cerrar ante la imposibilidad de auxiliar a los militares que hacían campaña en ella; pero el trabajo permitió salvarla y crear Marambio.
Uno de los hombres que formó parte de esa expedición, el suboficial mayor Juan Carlos Luján, recordó que la tarea les demandó casi dos meses en los que vivieron en carpas y no recibían correspondencia, ya que estaban aislados del mundo.
La base Vicecomodoro Marambio de la Antártida Argentina, celebrará el próximo martes 29 de octubre, los 33 años de su fundación, la que fue posible cuando los 21 pioneros de la Patrulla Soberanía limpiaron 900 metros de tierra por 25 de ancho, para aviones de gran porte, ya que sólo aterrizaban pequeñas naves con esquíes.
El martes próximo, el comandante de Regiones Aéreas, comisario mayor Jorge Chevalier, volará a la Antártida y usará esa pista con la dotación de la próxima campaña, llevando una ambulancia nueva que donaron para esa base, color naranja, adaptada a la región.
Luján recordó que "en noviembre del 68 entramos a la barrera de hielo de Larsen para ir a la base Benjamín Matienzo, ya que hacía tres años que los barcos no llegaban".
Tras amarrar en un bloque de 60 kilómetros de largo, con helicópteros llevaron 200 toneladas de carga a Matienzo para superar la emergencia severa en que se encontraba esa base al quedarse sin abastecimiento de combustible y alimentos, por un accidente de un avión en ese lugar.
El suboficial recordó que marcharon diez kilómetros sobre la barrera de hielo -que ya se deshizo- "con orugas para nieve y llegamos a Matienzo, donde se realizaban actividades científicas fundamentales en la Antártida".
Pero allí no terminó el trabajo. Cinco meses después, en abril del 69, iniciaron las tareas de estudio para la creación de la pista y la nueva base en un lugar descubierto en un sobrevuelo, en 1951, por el vicecomodoro Gustavo Marambio.
Lo que Marambio descubrió era que en la isla Seymour había una meseta sin nieve, de ocho kilómetros de largo por cuatro de ancho, con barro arcilloso en el piso, en el que sobresalían piedras de distintos tamaños, a 200 metros sobre el nivel del mar.
Si bien el lugar había que limpiarlo, como las piedras que tenía no eran muy grandes y los vientos azotaban la superficie con mucha fuerza, allí casi no había hielo ya que la nieve no se acumulaba, por lo que era ideal para una pista de aviación.
La limpieza del lugar había que hacerla a mano y era clave para bajar allí los aviones con las herramientas para crear la nueva base, por lo que partió al lugar la Patrulla Soberanía formada por 21 hombres.
El miedo al hielo fino
Luján recordó que el comodoro Oscar José Pose Ortiz de Rosas y el suboficial mayor Ramón Alberto Velázquez, tiraron primero bolsas con piedras para ver si el hielo era grueso y después lanzas para ver si se clavaban y el lugar soportaba el aterrizaje.
Pese a esas maniobras, la nave hizo un pasaje suavecito sobre el mar congelado y al ver que no se rompía el hielo pararon los motores, "pero si hubieran visto que el piso no era fuerte, tenían que dar fuerza y salir de la zona a toda velocidad", aclaró.
El avión tuvo "un problema con un patín de cola y hubo que esperar que otra nave igual le trajera un repuesto para volver a volar". dijo Luján. Y comparó: "Ese año el hombre llegaba a la Luna y nosotros en la Antártida, lo atamos con alambre", rió.
Pero los hombres de la patrulla llegaron con sus carpas, sus mochillas, sus palas y picos, se instalaron y armaron el campamento Alfa, abajo de la meseta, y el Beta sobre el altiplano, que tardaban casi una hora y media en subir.
Arriba iniciaron la limpieza del terreno de casi 900 metros de largo y 25 de ancho, que tenía piedras grandes y chicas, lonjas de hielo que usaban para hacer agua y algunos agujeros que había que rellenar con las toscas más pequeñas.
El primer vuelo con ruedas en el continente antártico lo hizo el 29 de octubre de 1969 un avión Douglas C47 que comandó el vicecomodoro Mario Olezza, que partió de Matienzo con esquíes, pero al que en vuelo le sacaron las ruedas con bombas hidráulicas y aterrizó así en Marambio.
Luján recordó que mientras trabajaban haciendo la pista, un Hércules les tiró en paracaídas tres carretillas de las que sólo una sirvió, varias cajas con explosivos para minar las piedras y la correspondencia que no recibían desde hacía casi diez meses. Con todos esos materiales ampliaron la pista a 50 metros de ancho y abrieron una zona para dejar aviones al costado.