A pesar de que las autoridades indicaron que los dos latinoamericanos detenidos ayer no estaban acusados de ser el asesino y que sólo estaban bajo custodia para ser interrogados, la comunidad hispana se alarmó por la noticia. "Estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado", dijeron fuentes de la investigación. En un país donde viven cinco millones de trabajadores ilegales solamente de México, y una cifra incierta, aunque ciertamente se mide en millones, de trabajadores indocumentados del resto de América latina, la posibilidad de que el asesino suelto que atemoriza desde hace dos semanas a Washington sea un hispano pone nerviosos a muchos. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la revelación de que se trató de radicales islámicos, se registró un incremento en los ataques, tanto verbales como físicos, a personas que para la población estadounidense son musulmanes. En esa categoría cayeron árabes musulmanes, árabes de otras religiones y asiáticos que por su religión usan turbante, entre otros. La preocupación de los latinos está en la posibilidad de regularizar la situación de millones de trabajadores indocumentados, que quedó estancada por la reacción contraria a flexibilizar la política inmigratoria que registró la opinión pública tras los atentados.
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