La base Esperanza del Ejército, situada en la península antártica, y donde los niños participan del programa científico internacional, cumplió medio siglo a fines de este año. Desde el 17 de diciembre de 1952, grupos de argentinos que se renuevan año tras año para una nueva misión militar -y que son los únicos que pueden llevar a vivir con ellos a sus mujeres e hijos- soportan allí vientos de hasta 250 kilómetros por hora, temperaturas de hasta 35 grados bajo cero y sensaciones térmicas inimaginables. Pero algo ha cambiado: al lugar llegan ahora en verano más de un millar de turistas, a los que las esposas de los militares destacados en el lugar les sirven de guías. La base puede alojar hasta 90 personas entre científicos y técnicos, durante el verano, mientras que en el invierno los habitantes se reducen a 40, entre ellos siete familias con niños. En el lugar funciona una guardería, un jardín de infantes y una escuela para los niveles primarios y secundarios.. Ocho niños argentinos, tres mujeres y cinco varones, nacieron en la Antártida desde 1978 a 1983, cuando comenzaron a radicarse allí las primeras familias para reforzar el reclamo argentino de soberanía sobre un sector de la región.
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