Mauricio Maronna / La Capital
Alcira Argumedo era durante los 60 una joven socióloga que decidió mostrar una veta alternativa a la dictadura de Juan Carlos Onganía creando las Cátedras Nacionales: espacios alternativos a las universidades intervenidas. Influida desde siempre por el pensamiento nac & pop, realizó tareas de asistencia técnica en temas vinculados a la problemática transnacional, la comunicación y la teoría social latinoamericana para entidades oficiales como la UBA, el Indec y la Unesco. Dueña de un pensamiento nada superficial, Argumedo es contundente: "La Argentina está absolutamente destrozada". -En diciembre del año pasado cayeron dos presidentes constitucionales, pero parecía que también caía una forma de hacer política. -Las corporaciones políticas legitimaron estrategias de despojo, y lo propio sucedió con la Justicia. La corrupción llegó hasta los estudiantes de Franja Morada, que se quedaban con planes Trabajar. Todo esto sumió a la Argentina en una situación de catástrofe. -¿Cuáles serían los ejemplos cuantitativos? -En 1975 la deuda externa era de 7.800 millones de dólares y hoy es de 170 mil millones. Pero entre el 82 y el 2001 se pagaron 200 mil millones de dólares y se enajenó el 90% del patrimonio público. Y hoy el PBI per cápita es un 23% más bajo que en el 77. La población bajo la línea de pobreza estaba en un 7% y hoy está en el 53%, más un 27% que está sobre esa línea pero en cualquier momento cae. Y hay otro 20% que, si bien no está en la línea de pobreza, se empobreció dramáticamente. Es un modelo que afectó, con distintos grados de dureza a los trabajadores, a las clases medias y a importantes franjas de la clase media alta. Toda esa catástrofe encontró en diciembre de 2001 la gota que rebasó el vaso. -Muchos intelectuales dicen que los episodios del 19 y 20 de diciembre se produjeron porque esta vez le tocó pagar los platos rotos a la clase media porteña. -Esa interpretación es simplista. Hubo diputados de partidos conservadores que alertaron en el 2001 sobre lo que estaba sucediendo en los sectores medios altos. Y no es que se hayan hecho trotskistas. Se produjo una acumulación de antecedentes, y el corralito fue la gota que derramó el vaso. Esto se ve en Rosario: el proceso de desindustrialización afectó a los trabajadores del cordón industrial, pero también a medianos empresarios, altos ejecutivos, profesionales, etcétera. No es cierto que solamente la clase media se moviliza porque le tocan el bolsillo. -Permítame plantear dudas sobre eso. -Está bien. Es cierto que una fracción de la clase media que pensaba en que conservaría ciertos privilegios tomó conciencia de que (como en el poema de Bertold Brecht) ahora le tocaba la puerta a ellos. Pero si no hubiese existido el corralito también hubiera aparecido el malestar de las clases medias. El corralito fue una grosería que afectó muy dramáticamente a determinado sector que tenía esas últimas reservas para mantener un nivel de vida. Las asambleas tienen menos cacerolazos, se redujeron en número, pero lograron mayor relación territorial con los problemas de los barrios a los que pertenecen. Y el fenómeno de los piqueteros es uno de los procesos más importantes de reconstitución del tejido social. La desocupación vivida en términos individuales es tremendamente destructiva de la personalidad: se produce un fenómeno de autodesvalorización, culpabilización, desarticulación familiar. -Se produce un fenómeno de contención, socializador. -Correcto. Es un factor curativo social muy importante. El dilema de la Argentina es sobre qué valores se reconstituye: o el modelo individualista como lógica de desarrollo o la solidaridad; o la competencia a cualquier precio o el intercambio de saberes, entre otros factores. Estos modelos son a los potenciales de la revolución científico-técnica lo que era la corte de Versalles, María Antonieta y Luis XVI a los potenciales de la revolución industrial. Este es el escenario que se abre en la Argentina y es la clave de los desafíos. El 19 y 20 de diciembre fue un punto de inflexión. -Pero si eso fue un punto de inflexión, ¿cómo se explica que hoy los que tienen posibilidades de seguir gobernando sean los mismos? -Acá se están discutiendo modelos de sociedad y Estado. El tiempo de articulación sobre nuevas bases, de nuevas formas de relación, de la dinámica de las asambleas (tenga en cuenta que se acabaron los jefes indiscutidos, la mesa de los cuatro o cinco que transaban entre ellos y los otros iban y votaban) es distinto a los tiempos electorales. Esta estructura de poder tradicional está peleándose entre sí: la Corte con el Parlamento y el Ejecutivo, a su vez los grupos financieros entre sí, a su vez dentro mismo de la Bonaerense, etcétera. Pero estos sectores tienen mayor agilidad para dar respuestas, como lo refleja que Rodríguez Saá esté primero en las encuestas, por ejemplo. Pero son respuestas de patas cortas. -Pero alternativas no aparecen. -Las referencias políticas fuertes son más parecidas a lo viejo que a lo nuevo. Los liderazgos mediáticos no funcionan, no generan credibilidad. -Lo dice por Carrió. -Por Carrió y por cualquiera de los otros, más allá del respeto que les pueda tener. Pero su forma de construcción es antigua respecto a lo que se está buscando, que son articulaciones horizontales, representaciones más reales, controles sociales a los representantes... Y repensar un modelo de sociedad, porque Argentina está destrozada. Hay que repensar a la Argentina. -Pero buena parte de la sociedad descree absolutamente del planteo asambleístico de Zamora. ¿Cómo se gobierna un país cotidianamente desde una asamblea? -Es que no hay que hacer una cosa tipo Rousseau, por razones prácticas. No se pueden hacer asambleas de 37 millones de personas cada quince días, es obvio. Lo que es necesario es establecer reglas de juego claras que vayan generando sus propias representaciones. No se trata de que hagan política solamente los que ejercen cargos políticos, se trata de que también hagan política aquellos que trabajan en comedores para chicos o los que hacen trabajos para jóvenes en riesgo. Ellos también construyen una sociedad política desde una concepción más amplia. Desde los 80, solamente eras político si te transformabas en un operador, referente o candidato. -Se habla de la globalización como un punto de la historia inmodificable. -Eso fue un cuento de niños. Seamos claros: es imposible pensar en un mundo donde 350 personas reciben cada año el mismo monto de dinero para distribuir entre sí, que el que reciben para sobrevivir 2.700 millones de personas. Lo que sucede es que a veces es muy difícil ser contemporáneo y percibir la magnitud de los datos que se atraviesan. -Casi nadie repara en esto. -A mí me gusta mencionar el diario íntimo de Nicolás II de Rusia, al que le estaban tomando el Palacio de Invierno y él, ese día, escribía: "Hoy mi corazón late alegremente porque la pesca está maravillosa". -¿No hace falta una nueva derecha y también una nueva izquierda? -Más que hablar de izquierdas y derechas, la Argentina tiene una composición social que, si no enfrenta a las dos corrientes poblacionales principales (la blanca, proveniente de abuelitos europeos, y la morocha, proveniente de indígenas y mestizos), la confluencia de esos sectores se dará sobre valores nacionales y populares. Ahora está de moda hablar de lo nacional y popular, yo lo puedo decir porque cuando no estaba de moda empleaba ese término. -Se la llamaba "nac & pop". -Claro... Pero los dos partidos mayoritarios eran de una misma raíz. Acá no hay izquierdas o derechas, hay un 85% de la población, radical o peronista, que en sus raíces legítimas, si se complementan, podrán generar un proyecto autonomista que incluya a todos. La supervivencia de los universitarios como tal depende de esa integración; se los decía los otros días a los estudiantes de odontología: si en este país tener dientes es un derecho social, significa formar muchos odontólogos. Ahora, si el modelo de sociedad va a permitir que el 50% de la población no tenga dientes, sobra gran parte de los odontólogos. Y esto sirve para todos los profesionales. La supervivencia de la clase media depende de la integración nacional.
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