Con la canonización de su fundador, el Opus Dei queda legitimado en un lugar central dentro de la Iglesia. Pero la institución católica desata en todo el mundo tanto admiración y respeto como críticas y rechazo. En los 74 años que han transcurrido desde su fundación en Madrid, el Opus Dei (del latín "Obra de Dios"), con 84 mil miembros de un centenar de nacionalidades, se ha convertido en una de las organizaciones más influyentes de la Iglesia y, pese a la crisis que atraviesa el cristianismo, no para de extenderse a las más diversas regiones del mundo. Pero la "Obra", como la llaman sus adeptos, no deja de despertar recelos allá donde va. Entre sus miembros se pueden encontrar desde banqueros de Wall Street, ministros y catedráticos universitarios hasta amas de casa, taxistas o campesinos pobres. Sin embargo, el que muchos de sus hombres y mujeres ocupen altas posiciones en la sociedad le ha granjeado numerosos enemigos, que acusan al Opus de querer acaparar no sólo el poder eclesiástico, sino también el político y el económico. Por otra parte, el Opus Dei ha sido tachado en reiteradas ocasiones de sectario y ultraconservador. Algunos que abandonaron la Obra aseguran que la organización explota económicamente a sus miembros y ejerce presión psicológica sobre ellos, convirtiéndolos en una especie de máquinas subordinadas totalmente a las autoridades de la organización. (DPA)
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