Año CXXXV
 Nº 49.623
Rosario,
domingo  06 de
octubre de 2002
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Mejicaneada en pleno barrio Martin
Increíble disputa entre uniformados antes de la presunta triple violación
Tres policías, hoy presos, habrían compartido lo robado por el menor detenido con la denunciante del ataque sexual

Jorge Salum / La Capital

El Duna Week End está estacionado en algún lugar del centro. Sobre la consola un handy emite mensajes en código que sólo un experto entendería. Las patrullas, acaso sin saberlo, alertan al solitario ocupante del auto acerca de lo que ocurre en las calles semidesiertas durante toda la madrugada. Cuando está en el Concejo Municipal y oye algo que le interesa, pone en marcha el motor y arranca.
Al volante está el sargento de policía Oscar Olmedo. Lleva la Browning entre los dos asientos delanteros. Maneja lo más rápido que puede hacia el sitio escogido y comienza el juego. Busca al ladrón que acaba de asaltar a alguien y seguramente merodea no muy lejos del escenario del atraco, buscando otras víctimas o asegurándose una vía de escape limpia y sin riesgos para que las patrullas no lo intercepten.
De pronto Olmedo ve a alguien que camina apurado e intuye que es la presa que busca. La descripción coincide con la que acaba de escupir el Motorola. Mira por los retrovisores y ve que nadie lo vigila mientras prepara el operativo. Acelera y frena, para el Duna frente al sospechoso y se baja con la pistola en la mano, casi todo al mismo tiempo. Segundos después, apunta a la cabeza de su víctima y exige que le entregue el dinero del robo. Después desaparece como llegó, favorecido por las sombras de la noche y la ausencia de ojos indiscretos.
Olmedo es un experto en mejicaneadas, es decir, en robarle a un ladrón el botín de un atraco. Al menos es lo que creen los investigadores que intentan desentrañar qué pasó la madrugada del 26 de julio en la comisaría 1º, donde una chica de 16 años asegura que fue violada por tres policías. Los detectives, encabezados por el juez Adolfo Prunotto Laborde, creen que lo hacía regularmente y ahora tratan de probarlo.
Al menos ya saben que lo hizo aquella madrugada. Olmedo fue el hombre que cruzó su auto delante de un chico en la esquina de 3 de Febrero y 1º de Mayo. El sargento ya sabía que podía ser quien había robado dinero a un transeúnte un rato antes. Y salió a cazarlo.
Pero el supuesto ladrón no iba solo. Lo acompañaba una chica. Y desde la esquina lo miraban cuatro ojos. Uno de esos dos testigos ya declaró ante Prunotto Laborde y contó con lujo de detalles cómo fue el procedimiento de Olmedo. Violento e ilegal como todo lo que pasaría un rato después a unos pocos metros, en el interior de la seccional 1º.
Olmedo obligó al chico a tirarse al suelo. Allí lo trató rudamente: le pisó la cabeza y lo golpeó varias veces. Nunca dejó de apuntarle a la cabeza con la Browning. Así pudo quedarse con lo que buscaba: el dinero y el arma que su presa escondía entre sus ropas.
Dos cosas le salieron mal a Olmedo aquella noche. La primera es que enseguida llegaron otros policías que, más que como refuerzo para asegurar el arresto, venían a exigirle que compartiera el botín con ellos. La segunda es que un rato después tres de sus colegas, según la acusación, someterían sexualmente a la chica que miraba desde la otra vereda lo que él impunemente hacía con su amigo.
No le quedó más remedio que entregar el revólver que le secuestró al chico. Ni así logró conformar a sus compañeros -hoy presos por la triple violación- que querían dinero. Ni bien pudo, Olmedo desapareció del lugar tan rápido como había llegado.
El sargento conocía bien el terreno. Había trabajado en la misma comisaría donde ahora llevarían a la parejita. Y usualmente hace servicios adicionales en el Concejo Municipal. No había rincón del centro que no conociera.
"Creemos que hacía este trabajo regularmente", confió a este diario uno de los hombres que investiga la triple violación de la joven en la comisaría de Juan Manuel de Rosas 1350. Pero esta vez hubo diferencias: la discusión con sus colegas por el dinero, la mirada de al menos un testigo que tuvo el coraje de ir a declarar lo que vio y la locura de los tres policías que sometieron a la chica lo pusieron bajo la mirada de la Justicia. Y ahora está preso, acusado de robo calificado.
Es sólo uno de los múltiples delitos colaterales que dejó al descubierto la denuncia de la triple violación. Hay otros, que también se están investigando. ¿Cuántos más ocurrirán sin que jamás lleguen a ser blanqueados en un expediente judicial?



La esquina del operativo, 1º de Mayo y 3 de Febrero. (Foto: Enrique Rodríguez)
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