Apenas uno atraviesa las rejas del penal de la delegación local de la Policía Federal ingresa a una sala amplia y limpia. Varias revistas se apilan sobre un gran banco de madera en el medio del lugar, un viejo hogar a leña sirve para apoyar el calentador y sobre él la pava que empieza a entibiarse para la ronda de mates, un televisor apagado y algunas mantas completan la escena. "Perdoná el desorden pero recién terminamos de limpiar", se excusa Seba mientras su ocasional compañero de prisión (un joven procesado por tráfico de drogas) se recluye en una de las tres celdas que hay detrás de otra reja para permitir un diálogo sin interferencias. Pulcro, con una bermuda blanca, una remera Nike del mismo color y ojotas, uno de los asaltantes más famosos del país se muestra dispuesto a hablar. Entonces acomoda dos sillas plásticas enfrentadas y se abre al juego periodístico.
Seba no es otro que Carlos Sebastián Martínez, el muchacho de 23 años que hace poco más de una semana fue condenado a 24 años de prisión por el copamiento e intento de robo al Banco Nación de Villa Ramallo. Son las 4 de la tarde de un jueves soleado. Han pasado menos de 24 horas desde que el Tribunal Oral Federal número 1 leyera los fundamentos de su fallo y el Negro, como también lo conocen, da "la primera entrevista", según el mismo confía a La Capital y se lamenta de que, por disposición interna, sólo tenga 40 minutos.
"Yo jamás pensé estar en esta situación. Si yo no era nadie. Ahora parece que soy famoso y todos me quieren hacer notas" dice mostrando una sonrisa amplia.
Le cuesta hilvanar las palabras, duda mucho en cómo expresar las cosas que quiere decir, pero lo va haciendo: "Me voy a morir con la duda de saber si en ese robo hubo algo armado, alguna entrega, eso es lo que más me revienta...", dice. Se refiere a que el plan hubiera sido apoyado por policías que luego intervinieron para desbaratarlo.
Siempre supo "que si llegaba a este juicio iba a salir condenado" y entonces reconoce que se "había preparado para ésto". Ya lleva tres años detrás de las rejas y en ese tiempo asume haber "aprendido mucho, cambiado un montón". Se muestra "arrepentido" de haberse metido en lo que define como "una aventura de pendejo que salió mal" pero afirma que "cuando las cosas no son para uno hay que asumirlo".
Motivos y lazos
En el diálogo Martínez no se aparta del libreto que sostuvo en sus tres testimonios ante los jueces, aunque lo hace sin formalismos, más distendido, entre mate y mate. Así repite que se enteró del robo un par de días antes, el 14 de septiembre. Esa mañana concurrió a un bar céntrico de San Nicolás a pedido de Martín Saldaña (el delincuente que murió misteriosamente ahorcado en la comisaría de Villa Ramallo y que "salía con una prima hermana" de él, Norma Ojeda). Fue en esa reunión en la que conoció a Javier Pata Hernández y en la cual le ofrecieron "agarrar buena plata".
-¿Por qué agarraste? \-Yo buscaba en todo momento....(duda y se queda en silencio).
-¿Qué buscabas? \-Por motivos de pelea con mi familia, es como que siempre andaba mal. Me quería independizar y quería tener plata.
Cuenta que su misión era la de conducir el auto hasta el banco y esperar allí la salida de sus cómplices. Que se asustó con la inesperada llegada de Diego Serra, el empleado de Cablevisión al que redujo y obligó a entrar al banco confundiéndolo con un empleado del Nación y que cuando estuvo adentro ya no pudo salir. "Después que entré con el rehén fui hasta el auto a buscar un bolso, volví al banco y después miré por una ventana y vi que ya había patrulleros. Entonces supe que no salía más", recuerda.
También asume que nunca pensó "que iba a pasar lo de los rehenes, no sabía nada de eso" y asegura que "mentiría si te digo que el Pata y Martín lo tenían pensado". Además dice estar arrepentido de haberle dicho a Flora Lacave de Chaves, la esposa del gerente asesinado que sobrevivió a la balacera, que durante un tiempo la había seguido. "Fue para intimidarla, hay que estar en esa situación para darse cuenta de lo que decís" y agrega que "eso me mató en la condena porque la señora se lo dijo a los jueces".
Y en esa línea, Seba lamenta que el tribunal "tomó en cuenta lo que dijo la señora y algunos testigos, pero a mi no me escucharon, a mis palabras no les prestaron atención. Creo que tomaron en cuenta lo que quisieron y no la verdad que yo les dije".
Martínez tampoco dejó de lado su opinión sobre los otros condenados. "Me jode que hayan condenado a (la remisera Silvia) Vega. Me siento mal por esa persona, porque es una trabajadora y creo que la condenaron por mi culpa, porque ella no cometió ningún ilícito". Sobre Jorge Aguilar reconoció que "siempre fuimos amigos, nos criamos juntos" y puso en dudas la personalidad de Norberto Céspedes: "Lo conocía por medio de Martín, pero jamás me cayó bien". En cuanto al ex cabo Aldo Cabral contó que lo conoció "estando preso, y el primer día casi nos peleamos por los rencores propios de la policía con los delincuentes".
Un arma cambiada
"Esto que te digo ponelo bien", recomienda con buenos modales. "Pongo las manos en el fuego de que me cambiaron el arma. Lo firmo hasta el día que me muera". Martínez se refiere a la pistola Ballester Molina calibre 11.25 cuyo cargador "vació Martín (Saldaña)" al repeler la balacera policial que se desató sobre el auto en el que salían del banco. Esa pistola, dice Martínez "se la robaron a (el comisario Juan Carlos) Maldonado, no como dicen que Maldonado se la entregó a Martín".
Maldonado estuvo imputado en la causa 1080/99 (la que investiga la masacre) y siempre fue sospechado de ser quien entregó el robo. Sin embargo, durante el juicio Martínez dijo que ese arma no está secuestrada y que, en cambio, figura una 11.25 que no es la que Saldaña uso aquel día.
"A mi me mostraron en el tribunal una 11.25 distinta, toda negra. La que tenía Martín tenía la empuñadura negra y la corredera marrón, era brillosa y nueva. No las puedo confundir", recuerda Seba para echar luz sobre una de las pruebas consideradas clave en la instrucción del caso. Y en ese orden también recordó el diálogo que mantuvieron Saldaña y Hernández poco después de las 14 del 16 de septiembre y que él escuchó al bajar la escalera desde la casa del gerente: "Martín maldecía haber aceptado la pistola y el Pata se lo reprochaba y además dijo eso de que «el Canario nos fallo»", aunque ahora perjura no "poder firmar que hubo una entrega. Nunca vino así la cosa, nunca pudo haberselas entregado Maldonado".