Walter Palena / La Capital
Beatriz Sarlo no se sube a la ola que descarga abundantes panegíricos en torno a la figura de Carlos Reutemann. Por el contrario, ella cree que el gobernador santafesino es un político opaco y que detrás de su parquedad esconde una carencia absoluta de ideas. En una charla a fondo con La Capital, la prestigiosa escritora y socióloga porteña señaló que la clase política, por conveniencia o miopía, no supo traducir el movimiento espontáneo de una sociedad en rebeldía para cristalizarlo en un espacio político que reforme las bases de un país devastado económica e institucionalmente. -¿Por qué la consigna "que se vayan todos" no puede cristalizarse en una opción política? -Porque es una consigna prepolítica y hubiera necesitado de una fuerte articulación. Es decir, convertir a algo que es un grito, el síntoma de una herida, en un conjunto de ideas y de prácticas que puedan confluir en una reconstrucción de lo que se ha roto en la Argentina: la relación entre ciudadanía y representación. -¿A qué obedece esa carencia de construcción política? -Hay dos sectores en la Argentina que se caracterizan por su miseria intelectual y moral: los que deciden dentro de la política y la burguesía nacional. Ambos parecen pensar que su destino está escindido del destino del país, lo cual es un pensamiento irracional. -¿No cree que le faltó constancia a la sociedad para impulsar ese cambio? -Las sociedades no viven en estado de asamblea permanente, porque las movilizaciones producen un fuerte desgaste en la medida en que no se traduzcan en una renovación de la esfera pública y de la política. La voluntad de los ciudadanos que salieron a la calle en diciembre, enero y febrero se ha ido debilitando porque no encontraron la contraparte indispensable. La sociedad no vive en un concierto de rock eterno. Tiene que haber alguien sobre el escenario, y el escenario hoy está vacío. -Pero están Carrió y Zamora intentando llenar ese vacío. -Ese espacio se ha disgregado. Carrió reingresó a la campaña presidencial, y lo hizo de la peor manera, incorporando un tema conspirativo, diciendo "no me van a bajar", cuando fue ella misma la que decidió en su momento retirarse de la disputa, lo que demuestra que no está a la altura de una dirigente de nuevo tipo. En ese espacio queda Zamora, quien muy correctamente está evaluando presentarse como candidato en la ciudad de Buenos Aires y desde allí desarrollar una práctica política. -¿Cree que se respetará el cronograma electoral fijado por el gobierno? -El calendario electoral es una especie de comedia de enredos. No se puede tomar seriamente un cronograma donde las elecciones internas van cambiando de fechas según cómo se amiguen o enemisten los candidatos peronistas. Esto es una parodia, y cuando Lula, que tiene una enorme solidez política, dice que la Argentina es una republiqueta, eso puede no sonar agradable a nuestros oídos, pero la descripción es exacta. -¿Se puede romper el tradicional bipartidismo en las próximas elecciones? -El PJ es la única organización política que mantiene un piso importante de votos, por lo que seguramente el próximo presidente será un peronista. Pero más allá de eso, el establishment económico está esperando un milagro: que Reutemann acepte la candidatura a la Presidencia y que López Murphy acepte ser su ministro de Economía. Esa pareja de oro reproduciría la dupla Menem-Cavallo de los 90. -Reutemann explicó... -Bueno, decir que Reutemann ha explicado algo es, más bien, ser generoso. Cuando alguien explica, habla más allá de una frase de 25 palabras. Sólo dijo que él no quiere ser parte de una batalla interna dentro del peronismo. Los que han tratado de explicar su negativa son los medios de comunicación, convirtiendo a Reutemann en una especie de líder enigmático que tendría una verdad que no termina de develarse. -¿Por qué si el establishment le tiende la alfombra roja, Reutemann prefiere no transitar ese camino? -Porque ha conocido en los últimos diez años lo que es la lucha por el poder dentro del peronismo. En mi opinión, Reutemann no es un hombre inteligente, pero no hace falta serlo para darse cuenta de que un caudillo, con la acumulación de poder que tiene Duhalde, hoy ni siquiera puede gobernar su propio partido. Con cierta prudencia campesina, Reutemann dice: "Si esto le pasa a Duhalde, qué no me va a pasar a mí". -Se advierte cierto desprecio de los intelectuales por su figura. -Yo no diría de desprecio. Pero no me parece una persona que esté a la altura del tinglado presidencial que se ha armado a su alrededor. Tampoco me parece que sea el político del corte de Menem, cuyas opiniones intelectuales nadie esperaba, pero que todo el mundo sabía que tenía una muñeca política muy fuerte. Entre Menem y Reutemann hay una diferencia que no es intelectual ni ideológica, sino que es de carácter ético a favor de Reutemann. -Con todas las carencias que señala, ¿cómo explica que sin ser candidato es uno de los políticos con mejor imagen positiva? -Creo que la gente tiende a identificarse con aquellos candidatos que le recuerden menos la imagen mediática de los políticos. No está rodeado de celebrities, sino que está como una especie de héroe campesino romano encerrado en el fondo del campo y cocinando su propia comida en soledad. Eso recuerda poco el ambiente fiestero que la gente condena, con toda razón, en el menemismo.
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