Carlos Walter Barbarich / La Capital
Venado Tuerto. - Juan José Ramírez tiene 57 años y desde los seis está estrechamente vinculado al transporte. Hace veinte años perdió la visión de un ojo y desde hace diez está completamente ciego, aunque eso no le impidió desarrollar normalmente tareas muy difíciles para su condición. Nunca dejó de viajar con su camión en los últimos veinte años, como acompañante, y siempre se encargó de hacerle las reparaciones, con la ayuda de sus dos hijas. Sueña con recuperar la vista y poder manejar su viejo camión, para lo que deberá seguir con un tratamiento específico y lograr el ansiado trasplante. La vida de Ramírez parece una película, similar a la de millones de argentinos arrojados a la nada por decisiones erróneas tomadas por políticos corruptos. Apenas gana cien pesos -merced a una pensión municipal- que sólo le alcanzan para llegar a mitad de mes. Además, su mujer padece una enfermedad cardíaca por la que sufrió dos infartos. En ese marco se le hace muy difícil seguir con el tratamiento para recuperar la visión y mucho menos someterse a un trasplante de córneas que se la devuelva. La diabetes lo dejó totalmente ciego hace 10 años, pero luego de más de un año de postración decidió salir nuevamente a las pistas, como en los viejos tiempos, en su glorioso Ford Big Job modelo 1956 que le dejó su padre camionero. "Cuando perdí la visión completamente me quedé en mi casa un año y medio pero como llevo el camión en la sangre decidí volver aunque sea como acompañante", dijo Ramírez, y agregó: "Soy como Sarmiento: tengo asistencia perfecta al puerto", se ufanó el camionero. El Ciego, como lo apodan cariñosamente los camioneros, es uno de los pocos -si no el único- que a pesar de su capacidad diferente viaja siempre a puerto. Es común verlo arreglando una cubierta, cambiando algún filtro o realizando menesteres de un camión que ya sufrió su amortización hace unos 30 años. Dice que con sólo escuchar el ruido del motor se tranquiliza y le baja la presión arterial. De igual modo admite estar tranquilo en la ruta porque "así puedo garantizar el pan en mi casa". Con sólo escuchar las revoluciones del motor se da cuenta si los cambios estuvieron bien puestos. "Un poco hay que controlar al chofer ya que el camioncito es un cachivache viejo y hay que cuidarlo porque es imposible cambiarlo", señaló. Aunque no puede ver, Ramírez ostenta otro rasgo atípico en el rudo universo del camión: realiza todos los trabajos de reparación necesarios, desde el arreglo de la caja de velocidad hasta el cambio de pistones, aros y bielas, para lo cual cuenta con la increíble ayuda de sus dos hijas. "Aprendí a vivir de nuevo ya que me tuve que acostumbrar a ser autosuficiente. En el puerto nadie entiende cuando digo que voy a cocinar unos bifes o cuando cuento que tengo que arreglar una pinchadura de cubierta", señaló. Ramírez sólo quiere viajar para seguir el tratamiento abandonado, aunque deba tropezarse con la falta de fletes y la devaluación de las tarifas. Se ofrece para todo tipo de viajes y adonde sea. Admite que la operación de trasplante de córneas no es complicada, pero no tiene los medios necesarios para seguir el tratamiento. En Rosario se han hecho varias intervenciones de este tipo y añora ser uno más de los trasplantados. Ramírez necesita de todos, tanto sea para conseguir viajes como para lograr ayuda material que le permita conseguir el trasplante. Su teléfono es el (03462) 428810 y vive en Turner 1226 de Venado Tuerto.
| |