Firmat. - Un grupo de ex empleados de Roque Vassalli SA busca su lugar en un nuevo sistema de producción: las cooperativas de trabajadores que perdieron sus puestos por la quiebra o el cierre de las empresas. "Después de todo lo que pasamos, no le tenemos miedo al desafío de formar un grupo para gestionar nuestras propias fuentes de trabajo", explicaron.
A dos años del cierre de la planta, que atravesó sucesivas interrupciones en la producción a manos de los errores de las distintas administraciones que la gerenciaron, los ex trabajadores salieron a dar su batalla. "Si esta vez alguien se equivoca, al menos seremos nosotros", comentaron los integrantes de la flamante Cooperativa de Trabajo Metalúrgica Firmat Limitada, que se consolidó después de varias experiencias solidarias, como vender las dos cosechadoras con que la empresa que alquilaba el lugar saldó sus salarios.
Si la cooperativa logra que la Justicia le alquile la planta se pondrá en marcha un proyecto que arranca con la reparación de cosechadoras, fabricación de repuestos y hasta el montaje de maquinarias, algo que podría darse a unos cuatro meses de la reactivación. Pero si aparece un comprador que garantice que la empresa quede en Firmat, el grupo asegura que también será de la partida.
La fábrica Roque Vassalli SA, una de las dos que existen en esta ciudad, quebró en 1998 mientras era administrada por el grupo Koner-Salgado. Pero la caída final ya había comenzado a mediado de la década. Después del decreto de quiebra, la firma Feasa alquiló la planta hasta septiembre de 2000, y desde entonces la inactividad es total, a la espera de una definición de la Justicia.Sobre la recuperación de empresas en este tipo de situaciones, el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas por los Trabajadores logró activar 60 unidades de producción en distintos puntos del país. Las experiencias tienen casi el mismo patrón: empresas quebradas y empleados con años de experiencia que resistieron activamente el rol de desocupados. La autogestión de la fuente laboral ya sacó certificado de eficiencia y acuñó un paradigma: los obreros pueden prescindir de gerenciamientos que en muchos casos se llevan la mejor parte de las utilidades.
Luis Caro es abogado y autor de un proyecto de ley que prevé la expropiación de plantas fabriles a favor de cooperativas formadas por los trabajadores. Según explicó, la prueba piloto fue una fábrica de caños de bronce y de cobre de Capital Federal, cuyos trabajadores, dos años atrás, quedaron en la calle después de que los dueños pidieran la quiebra. Lejos de bajar los brazos, los obreros evitaron el vaciamiento de la planta y solicitaron su alquiler como medida inicial para utilizar productivamente los bienes de la quiebra.
La iniciativa encontró eco. El juez les otorgó la fábrica en alquiler y en forma paralela la provincia de Buenos Aires sancionó la primera ley de expropiación de una planta fabril, cuyo proyecto impulsó Caro. "Se expropiaban tierras o propiedades, pero nunca se había echo con fábricas para generar empleo, algo ilógico en esta Argentina destruída", explicó el letrado. Su iniciativa abrevó en un dato fundamental, las provincias no delegaron ese poder a la Nación. En Buenos Aires ya hay 25 fábricas expropiadas y dos en Capital Federal. Además, hay casos en Mendoza, Córdoba, Río Negro y Santa Fe.
Nuevo sistema de producción
Según Caro, mantener esta nueva estrategia es uno de los paradigmas que debieron afrontar. El hecho de que los trabajadores tengan a su cargo las plantas industriales tiene características innovadoras: la horizontalidad en las relaciones y prácticas democráticas en la toma de decisiones. "Los trabajadores pueden conducir las fábricas, tienen la capacidad para hacerlo y pueden prescindir en forma definitiva, de los gerenciamientos en la comercialización", aseguró.
A modo de ejemplo Caro reiteró el caso de Unión y Fuerza, la cooperativa que fabrica caños de bronce que la iniciaron 54 trabajadores y cuando tuvieron necesidad de expandirse con 17 empleados tomaron a sus propios hijos, los que en la actualidad ganan por encima de los 1.500 pesos. Después de un año de trabajo, cada uno de los integrantes del grupo, tienen capitalizados unos 50 mil pesos en materias primas e insumos.
Otro desafío a superar es el capital inicial que siempre funciona como un fuerte impedimento. "Los trabajadores de las cooperativas afirman que están en condiciones de ofrecer calidad y precio, porque en esta nueva instancia se reduce el costo empresarial. Caro también dijo que en Argentina hay una brecha muy grande entre los sueldos de gerentes y empleados; aquí sólo se aplica al salario de los trabajadores del 10 al 20 por ciento de las utilidades, mientras que en los países industrializados la diferencia es casi equitativa.
Reparto de la plusvalía
Para Caro, las experiencias de cooperativas formadas por los trabajadores desafían a la voracidad del mercado. "Hacen desaparecer el costo empresarial y arriesgan su salario para ser competitivos, en una economía básica pueden elegir entre capitalizar o repartir las utilidades, siempre eligen capitalizar, y reparten la plusvalía", comentó.
Las formas inéditas de producción que se gestan al mismo ritmo en que se agudiza la crisis, está basado en la voluntad del trabajador para dejar la relación de dependencia, al formar estos grupos comienza un proceso de liberación interior, pasan a depender de su propio esfuerzo y dedicación. "La Argentina se está suicidando al dejar de lado la enorme capacidad y experiencia de miles de trabajadores que son expulsados del mercado laboral", explicó.