Año CXXXV
 Nº 49.622
Rosario,
sábado  05 de
octubre de 2002
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Dos encapuchados se llevaron $ 5 mil de una papelera de zona sur
Una Itaka a la cabeza, un robo seguro
Así controlaron a la propietaria. Llevaron a clientes y empleados al depósito. Antes de irse cortaron los teléfonos

La mujer se quedó inmóvil y no tuvo tiempo de reaccionar cuando vio el caño de la Itaka que le apuntaba a la cabeza. Apenas pudo mirar al cliente al que estaba atendiendo cuando otro ladrón armado con una pistola irrumpió en la papelera. Los dos hombres encapuchados se movieron con decisión y recorrieron las diferentes oficinas. Uno a uno fueron inmovilizando a los clientes y empleados que estaban en ese momento casi al mismo tiempo que recogían el dinero que encontraban a su paso.
Se llevaron cinco mil pesos sin disparar un solo tiro, aunque las víctimas del robo creyeron lo peor cuando uno de los asaltantes recargó la escopeta poco antes de irse, pero no gatilló. Unos segundos después, todos se aliviaron cuando los ladrones se marchaban por el mismo portón por donde habían entrado, sin lastimar a nadie.
El suceso ocurrió cerca de las 14 de ayer en la papelera Barchiesi, de Uriburu 1568, una firma dedicada a la venta de envases, bandejas y vasos de gastronomía. A esa hora todo transcurría con normalidad. En el portón, ubicado en la parte trasera del inmueble, un empleado cargaba mercadería en la camioneta de un cliente. El hombre estaba junto a su hijo cuando el paso rápido de dos jóvenes encapuchados traspusieron la puerta en dirección al sector de administración de la empresa.
Silvia Barchiesi, una de las propietarias, atendía a un cliente en el salón de exposición. Su hermano, Javier, se encontraba en otro sector, y el gerente comercial estaba reunido con dos clientes en su oficina.
Silvia apenas levantó la vista, vio a un hombre con una Itaka con silenciador que le apuntaba a la cabeza. Unos metros detrás, apareció otro muchacho con una pistola de color "negra". Uno de ellos tenía el rostro envuelto en una capucha de lana. El otro "se cubría la cara" con una campera. Los ladrones gritaron la frase de rigor. "Esto es un asalto".
La comerciante se quedó paralizada por el arma que la encañonaba mientras el maleante le ordenaba que se quedase en el sitio en el que estaba. El otro comenzó con la tarea delictiva. El resto de las personas que estaban en la firma todavía no sabían que al comercio habían llegado dos maleantes.
Entonces, el malhechor recorrió las diferentes oficinas y a medida que las la atravesaba inmovilizaba a punta de pistola a los empleados y clientes que estaban casi al mismo tiempo que recogía dinero de los escritorios y de la caja.
Con el dinero en su poder, los ladrones llevaron a once personas, al depósito. "Nos hicieron sentar y mirar hacia abajo para que no podamos verles las caras", explicó Silvia.Los maleantes no estaban conformes com el botín, unos cinco mil pesos, y exigieron más. "Pedían más plata. Yo les decía que no había más y que estaba dispuesta a recorrer la empresa con ellos para que vieran que era cierto", comentó la comerciante.
Ya habían pasado quince "largos" minutos y los ladrones no parecían convencerse de que no podrían encontrar más efectivo. La angustia y el miedo de las víctimas del atraco aumentaban y uno de los clientes estuvo a punto de desmayarse cuando "los mareos" le nublaron la visión. El temor pareció apoderarse de todos cuando uno de los ladrones "cargó" la Itaka.
Todos pensaron que podía desatarse una tragedia, aunque enseguida el otro asaltante les dio una señal que los tranquilizó. "Ya nos vamos, quédense un rato aquí encerrados", dijo. A su lado, su cómplice desarmó la escopeta, le sacó el silenciador y lo guardó dentro de una bolsa.
Unos segundos después, "tras arrancar los teléfonos", los dos hombres corrieron hacia el mismo portón por donde habían entrado y desaparecieron.



A Silvia Barchiesi la encañonaron para asaltarla. (Foto: Gustavo de los Ríos)
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