Washington. - Estados Unidos parece resignado a que el izquierdista Luiz Inacio Lula da Silva se convierta finalmente en el próximo presidente de Brasil. Pero Washington observará con lupa para asegurarse que su metamorfosis en una versión light del ex crítico del libre mercado sea real, al menos eso piensan los analistas. El riesgo, no obstante, es que se produzca una suerte de "profecía autocumplida" si los funcionarios estadounidenses para América latina miran a Lula "como a un adversario", advirtió Michael Shifter, vicepresidente del centro de análisis Diálogo Interamericano, con sede en Washington.
"Un gobierno de Lula será una gran prueba para Estados Unidos, que debería evitar verlo en términos de adversario o rival porque efectivamente, puede convertirse en eso" si lo tratan así, agregó. En algunos sectores del gobierno de George W. Bush "habrá tentación de ver que Lula está con el presidente de Cuba, Fidel Castro y con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez", anticipó. Ojalá -deseo Shifter- "gente más sensata entienda que Lula y su gobierno pueden pensar de manera distinta a Estados Unidos y que esto es parte del juego democrático".
"A nivel personal, hay gente en el gobierno estadounidense que preferiría una victoria de José Serra", el candidato oficialista que está segundo en las encuestas, indicó Riordan Roett, jefe del departamento de América latina en la Universidad Johns Hopkins. Varios expertos subrayaron que para calmar las turbulencias en los mercados y tranquilizar también a Washington y al FMI -que pondrá a disposición del próximo gobierno brasileño más de 24.000 millones de dólares si éste cumple con sus condiciones- Lula debería designar rápidamente, en caso de ganar los comicios, a un equipo económico que genere credibilidad. Pero igual no será fácil, opinó Miguel Díaz, director para Sudamérica del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS). "Le llevará tiempo demostrar a los mercados y al establishment de Washington que es realmente un nuevo Lula" y no el de las tres elecciones presidenciales pasadas, en las cuales también fue candidato, afirmó.
Cambio de imagen
Aconsejado por el gurú del marketing Duda Mendonça, el ex sindicalista metalúrgico de 56 años cambió su camisa escocesa por elegantes trajes oscuros, y avanzó hacia el centro del espectro político. Hizo lo posible para tranquilizar a los mercados, y prometió que mantendrá la austeridad fiscal. Los analistas atribuyen su popularidad al desencanto por el fracaso del gobierno en erradicar los crímenes violentos y la pobreza, que afecta a 54 millones de los 170 millones de brasileños.
"Se da cuenta de que tiene que moverse hacia el medio. Está más en contacto con la realidad", estimó Jerry Haar, director del Centro Norte-Sur de la Universidad de Miami. La transformación le valió el sobrenombre Lula light, aunque no todos están convencidos de que el cambio sea real. "Es un Lula mejor empaquetado. No estoy seguro si los instintos políticos básicos cambiaron", indicó Díaz.
"Su desafío será designar rápidamente gente capaz en las posiciones económicas y financieras críticas", sostuvo Roett, recordando que "cualquier gobierno en Brasil es un gobierno de coalición por la naturaleza del Congreso brasileño". Dada la preocupación de Wall Street por su victoria -que provocó una depreciación de casi un 40% del real este año y dificultado el acceso del país al crédito- "la pelota va a estar en la cancha de Lula para demostrar que hay un compromiso real con ciertas medidas de libre mercado", comentó Shifter. (AFP)