Mauricio Maronna / La Capital
Si de la crisis se sale únicamente con más y mejor política, los senadores dieron anoche un paso adelante en la recomposición del vínculo roto entre representantes y representados. La Capital publicó el domingo 8 de septiembre de 2002 que la reforma política santafesina seguía durmiendo plácidamente en algunos cajones de la Cámara alta. No era un tema menor: ¿a quién le sirve un Concejo Municipal con 42 ediles que solamente gana centimetraje en base a escándalos recurrentes? El gobernador Carlos Reutemann se hartó de la displicencia de sus legisladores y confirmó que era el único capaz de despertar de la siesta a quienes tenían en sus manos un instrumento indispensable para llevar a la práctica la declamada reforma institucional. La reducción a la mitad del número de ediles podrá evitará que en el futuro los rosarinos vuelvan a elegir el voto bronca como destinatario electoral. La reforma produce una mejora sustantiva en precio y calidad y se convierte en un paso importante para que, de ahora en más, los partidos políticos cambien sus métodos de selección de candidatos, aireen sus estructuras y promuevan figuras de recambio. La lectura que deja la histórica sesión de anoche no debe pasar por alto que la movilización social de diciembre pasado sirvió para cambiar, al menos en Santa Fe, el curso de las cosas. ¿Alguien cree que, sin cacerolazos de por medio, la corporación hubiera permitido que la realidad se imponga a las respuestas de ocasión? Lo cierto es que Santa Fe es la primera provincia que encara a fondo una reducción del 50% de los cuerpos colegiados municipales de primera categoría. Curiosa paradoja: el proyecto aprobado en el Senado (que Diputados convertirá en ley en los próximos días) fue votado en contra por los representantes de la oposición. Aun con argumentos atendibles respecto a si las modificaciones deben hacerse por una ley de la Legislatura o por la carta orgánica de los municipios, lo que la sociedad necesita son gestos contundentes que recompongan el puente roto con la política. Esta vez, Reutemann dijo sí y los legisladores fueron a fondo. Los rosarinos, agradecidos. ¿Estará llegando la hora de que la esperpéntica ley de lemas empiece a dar las hurras?
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