| | cartas El problema de la basura
| Empezó a llover y me estoy mojando, pero por lo menos me va a ayudar para que no tenga tanto calor. Ellos me pusieron al sol; claro, total qué les importa, solamente piensan en lo que les conviene. Y eso que la Municipalidad les tiene dicho que no me saquen los sábados a la vereda. ¡Que cosa!... en todos los barrios pasa lo mismo, a mis parientes tampoco les va mejor. Me tendrían que haber dejado adentro del edificio hasta el día domingo, pero hacen lo que se les antoja. ¿Entonces qué pasa?, vienen de a miles y me empiezan a romper, a desarmar para ver lo que tengo y me desparraman. Pero yo soy piadosa con los cirujas; ellos buscan algo que puedan sacar para vender y también comen lo que encuentran. Y esto no es nuevo, aunque me contaron mis padres que cada año que pasa es peor, no sé hasta dónde llegará la cosa. Está todo muy difícil. Yo los veo con la ferocidad y, a la vez, con la angustia que me revuelven. ¡Hay que verlos como buscan!, me parece que se les vuelve un arte y ellos se hacen artistas. Ellos, los cirujas, vienen con su familia preferentemente al centro porque ahí está la "papa". Vienen a pie, en carro o en bicicleta, y traen a sus hijos para que hagan escuela en este oficio. Todos revisan metódicamente y clasifican lo que encuentran: esto para comer, esto para vender. Lo que van a comer previamente lo observan, lo palpan, lo olfatean. Y yo no sé si admirarlos o condolerme. Tanta degradación de un ser humano, buscando en mí, una bolsa de basura, una subsistencia tan miserable y tan eterna. Mientras tanto, alrededor de los cirujas están los otros humanos ajenos a este escenario cotidiano. Un escenario de "cuarta" para un país de "cuarta". Daniel Marocco
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