Oscar Lehrer / La Capital
Cuando allá por 1982 al siempre recordado León Najnudel se le ocurrió insistir hasta el cansancio con la creación de la Liga Nacional de básquetbol, sabía que su propuesta chocaría con algunas contras difíciles de sostener ante los dirigentes de este deporte que mandaban por aquella época, en su mayoría ajenos a lo que era el mundo de aquel entonces. Tras años de lucha y dificultades, el proyecto se puso en marcha. La Liga en los pocos años que lleva de trayectoria debía superar hiperinflaciones, Plan Bónex, devaluaciones y otras muchas cosas, demostrando en todos los casos a pesar de su corta edad, ser adulta y tener capacidad de entrega. Sin embargo, algunos han confundido en estos años cómo debe funcionar el sistema y se manejaron con decisiones de alto riesgo (prometiendo más dinero del que podían pagar), que sólo comprometieron al normal desarrollo de la competencia. Pero la Liga, fiel y corajuda como siempre, vino aguantando todos los embates, aunque no hay que creer que el límite no existe. La Liga Nacional comienza una nueva edición (2002/2003), y se presentará en uno de los partidos el recientemente ascendido Ben Hur de Rafaela y el actual campeón Atenas de Córdoba (donde retornará el goleador histórico Héctor Campana). Si bien por un lado se vive el gran entusiasmo que despertó la obtención de la medalla de plata en el Mundial de Indianápolis, el contínuo éxodo de jugadores debilitó los planteles, se encontrará una competencia desteñida, con escasas figuras y pocos extranjeros -en este caso se circunscribe a los graves problemas económicos por los que está atravesando el país-, pero sigue nutriéndose de su inagotable cantera, de la que permanentemente surgen figuras. En este fantástico juego de tiempos, el Mundial de Indianápolis, donde la Argentina terminó ocupando el 2º lugar, por más que es reciente, ya forma parte del pasado y esta Liga Nacional próxima a comenzar se hace presente para que el análisis de aquel ayude a mejorar la realidad actual y ambos permitan obtener nuevamente los últimos buenos resultados. El segundo puesto de Indianápolis es nuestra realidad. No debe sorprender, pese a que el éxodo de jugadores no se va a detener, si pretendemos seguir avanzando. Y la Liga, en un constante crecimiento competitivo (modesto, pero crecimiento al fin), seguirá siendo un campo fértil para seguir sembrando. Sabido es que va a ser una Liga diferente, comparándola con las anteriores. Habrá un mapa diferente, con relación a su forma de juego por obra y desgracia de la competencia (en el primer caso) y algunas decisiones (en el segundo) que siempre dejan lugar para las suspicacias. La Liga no es sólo para el que quiere sino, también, para el que puede (lo supo decir Najnudel). Muchos que quisieron, por contar con potencial deportivo, no pudieron sobrellevar los costos. Que no se pretenda ahora que aquellos que solamente pueden cubrir los costos estén en competencia por tener solamente ese aval. Lo cierto es que una nueva edición se pone en marcha y para que este torneo no se caiga hay cosas para hacer. Primero y principal hay que darse cuenta de las distintas variantes en todos los órdenes. No se podrá ser tan ingenuo de pensar que la ida de las principales figuras no afectarán la competencia. Como tampoco puede creerse que esto se va a parar acá. Se seguirá observando por televisión extranjera, a basquetbolistas que nacieron y crecieron en nuestra Liga Nacional, lo cual por un lado deberá enorgullecernos pero por el otro deberá preocuparnos seriamente. Llenar las canchas este año será algo muy difícil. Se deberá lograr que el torneo no pierda su foco de atención a pesar de todos los problemas. Las figuras serán pocas pero el optimismo se mantiene. El buen trabajo de los entrenadores de inferiores podrá ser apreciado en una inminente Liga Nacional que está obligada a apostar a los jóvenes.
| |