José M. Petunchi / La Capital
En estos tiempos en que las matemáticas y las estadísticas gobiernan al mundo, hablar de merecimientos parece en desuso. Pero al margen de la indisimulable realidad que marcan los números, Newell's mostró ante Boca una saludable recuperación futbolística respecto de los últimos partidos. Claro que para dejar atrás las inexpresivas actuaciones anteriores -especialmente la de Banfield- no necesitaba demasiado, pero el mérito de haber conseguido un punto el domingo ante Boca vale doble. Porque lo hizo jugando buen fútbol y por la envergadura del rival, por más que no esté transitando un camino de rosas. Pero, ¿qué cosas cambiaron de un partido a otro para que los rojinegros mostraran estos signos de recuperación? Como siempre, es un conjunto de cosas. Nunca se da por un solo motivo. Entre las posibles razones se pueden argumentar la vinculada con el expreso apoyo que en la cancha le demostraron los jugadores al técnico Julio Zamora. Otra puede buscársela por el equilibrio que le aportó la fresca y saludable aparición en el medio de Fernando Belluschi -un jugador para darle continuidad- y el hecho de que Leonardo Ponzio volviera a jugar de Ponzio, en la posición de volante central, la que mejor le sienta, por más que el Negro se moleste y diga que siempre jugó de cinco. Pero sin dudas la mayor diferencia estuvo centrada en el rendimiento de Damián Alejandro Manso. Un jugador que en los últimos tiempos se encendió esporádicamente, pero que las veces que lo hace marca el desequilibrio. Lo curioso del habilidoso volante rojinegro es que sus mejores rendimientos se dieron en aquellos partidos en que jugó por televisión y contra los equipos denominados grandes. Pasó el último domingo ante Boca, en que fue una de las figuras de la cancha, y había pasado en la 5ª fecha cuando jugó contra Independiente (1-1), un sábado a la noche en este torneo Apertura. Casualmente los dos partidos de mejor rendimiento en este campeonato. Pero esto no es nuevo en Manso, ya que la situación se repitió en torneos anteriores y con diferentes técnicos. Sin embargo, esto no sólo tiene que ver con una cuestión motivacional, lo que es natural por cierto, aunque el hecho de vestir la camiseta rojinegra debería serlo por naturaleza, sino también con el ingrediente que supone que esos equipos generalmente no le hacen una marcación pegajosa, lo dejan jugar con más libertad -no fue el caso de Boca-, y ahí su gambeta lastima. En cambio, con rivales supuestamente más chicos el Piojo es sometido a una marcación mucho más obsesiva y generalmente a mayor castigo. Obviamente que esta disparidad de rendimientos, los que se hacen muy evidentes en otros encuentros menos mediáticos y con menos prensa, no deja de llamar la atención y de preocupar, especialmente a los hinchas, quienes en el partido ante Chicago le recriminaron su bajo nivel y le pidieron un mayor sacrificio. Tal vez el Piojo haya empezado a transitar ante Boca un camino más cercano a la regularidad esperada, sin tantos vaivenes en su nivel. San Lorenzo, el próximo rival, será el primer examinador de esta realidad.
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