Carlos Roberto Morán / La Capital
"Si esto dura un par de años más el país va a estar literalmente en ruinas", advierte Tulio Halperín Donghi, quien recibió en Santa Fe el doctorado honoris causa otorgado por la Universidad del Litoral. En la oportunidad disertó sobre Mitre, Alberdi y Sarmiento, alertando sobre el peligro que significa "obtener enseñanzas para hoy de lo que pensaron estos hombres del pasado", sin contemplar el contexto histórico. Docente desde 1966 en la Universidad de Berkeley, en California, adonde lo llevó el exilio, es autor de una decena de libros de alta significación para una mejor comprensión de la historia tanto de la Argentina como de América latina. Obtuvo distintos premios y reconocimientos. Antes de exiliarse fue rector de la Facultad de Historia, de Rosario, a la que recuerda "con mucho cariño". Halperín Donghi trata de permanecer dos meses por año en la Argentina y sigue el día a día de lo que pasa en el país leyendo los diarios "por Internet, como todo el mundo". Comenta que en la actualidad ha terminado el último volumen de la serie "Pensamiento argentino", en este caso dedicado al período 1930-1943, que se llamará "La república imposible" porque la denominación "década infame" no es una caracterización que lo conforme. Después debe reducir a la mitad un trabajo que tiene escrito sobre historia argentina. Considera que en Argentina "hay un recuerdo dorado de la prosperidad peronista", porque "la gente vivía a todos los niveles con una holgura que no había conocido antes". Sin embargo, Halperín Donghi cree que la sociedad "se olvida que al mismo tiempo era una prosperidad dentro de un estilo de vida muy sencillo. Diríamos que el máximo de electrodomésticos que aportó el peronismo fue la licuadora". -¿Qué opina sobre la actual crisis que vive nuestro país? -Lo que vivimos ahora no es una crisis, en el sentido de cambio de tendencia, sino el momento final de una etapa muy larga de declinación. No estamos ante una decisión un poco alocada de un gobierno que afecta a un grupo relativamente reducido, sino que en este caso se trata de una crisis profunda del país. ¿De qué manera se va a salir en un país que hoy no tiene sistema bancario, no tiene crédito externo, que no puede aprovechar las oportunidades de exportar que da la devaluación porque las empresas no tiene capital de giro? Será una cosa muy difícil y muy larga. -¿Cómo se ve desde afuera la situación argentina? -La respuesta sincera es que no nos ven. Argentina empieza a existir cuando le pasan cosas malas. Aparte, nuestro país en Estados Unidos tiene una fama detestable como refugio de nazis y luego una fama de que se enriqueció con los horrores del Proceso, de tal manera que esos dos hechos también integran la imagen de la Argentina. Todo eso hace que la Argentina sea un país que genera más recelos de lo que merece, dejando de lado los recelos de los inversionistas, que sí son merecidos. -¿Cómo caracteriza la época de Menem? -Tiene varios rasgos notables, una especie de cambio cultural de todo en la Argentina. Pienso en una figura que ahora no es muy popular pero que a mí me sigue impresionando su metamorfosis, como es María Julia Alsogaray, que llegó hasta la cincuentena como una señora de una corrección total, una dama, y de golpe se fotografía desnuda bajo las pieles. Eso me parece que resume una de las dimensiones de la Argentina de Menem. Además, es muy difícil que un país funcione cuando la palabra transgresor es considerada positiva, porque hay transgresiones de todo orden, y al parecer hay transgresiones al Código Penal que también estaban incluidas. -Usted estudió el rol de los caudillos en la Argentina, ¿puede decirse que Adolfo Rodríguez Saá integra esa categoría? -Creo que sí. Rodríguez Saá ni siquiera es un caudillo peronista, es un caudillo y punto. Creo además que todos los gobernadores de provincia, salvo mejorando lo presente, desde luego (en obvia alusión a Carlos Reutemann), funcionan un poco así. El Estado argentino se ha transformado en una disimulada organización de subsidios a desocupados, y eso se nota. Los únicos gastos que se consideran sagrados son los de sueldos, y si esto dura un par de años más el país va a estar literalmente en ruinas. Este tipo de sistema da lugar a caudillajes. Creo que un caudillo mucho menos estrepitoso pero todavía más adecuado a la etapa actual es Juárez, de Santiago del Estero, que es el dueño del electorado de la provincia porque el electorado depende de él. Ese es el mecanismo que está creando la Argentina, que es, en el fondo, la de 1831 que dictó el Pacto Federal. -¿Qué opina sobre la actual escuela argentina? -No sé demasiado de lo que pasa en la escuela, aunque vista a gran distancia la impresión que da es muy curiosa porque hay evidentes avances, pero hoy es una institución que en buena medida se va transformando en una especie de proveedora clandestina de alimentos, porque mucha gente asiste ahora a la escuela simplemente porque hay almuerzo. ¿Qué se puede decir de un sistema educativo que funciona en ese contexto? Y al mismo tiempo hay un enorme afán de que la cosa funcione y que en el fondo hace que así ocurra. La pregunta es por cuánto tiempo va a poder seguir.
| |