Rodolfo Bella / La Capital
Pepe Soriano vive desde hace años entre Madrid y Buenos Aires. En el país de la desocupación, es un trabajador incansable: estrenó hace un mes la película "Corazón de fuego", premiada en el Festival de Montreal; está rodando en España "La suerte dormida", mientras, en Buenos Aires, protagoniza "El violinista en el tejado". Eso no es todo. Cuando la obra baje de cartel en el teatro Broadway de la Capital Federal, lo espera la puesta de la misma pieza en el teatro Alcalá Palace, que Alejandro Romay inaugurará en la capital española. Previamente había realizado una gira por ocho provincias con "El loro calabrés". A sus 76 años, la perspectiva de tomar sol en una plaza y darle de comer a las palomas no es una opción. Soriano, que realiza tres funciones de dos horas cada fin de semana en las cuales canta, baila y actúa, dijo con naturalidad a Escenario sobre un hipotético exceso de trabajo: "Creo que lo sobrellevo bastante bien". -¿Por qué aceptó trabajar en Argentina teniendo trabajo en España? -Porque pertenezco a este lugar. Sin ninguna duda. Es una pertenencia que ni siquiera es pensada. Yo voy a Rosario, por ejemplo, y para mí es como mi casa porque conozco mucha gente, tengo amigos, conozco lugares, bares, calles, olores, sabores. Son lugares muy internalizados que no los puedo experimentar en otro lugar. En otro lugar sigo siendo extraño. -¿La regularidad laboral y la carencia de sobresaltos económicos no es una compensación? -Creo que también es relativo. Parece tan absoluto lo nuestro y absoluto lo otro, que en esos términos fallarían las dos opciones, porque allá sería terriblemente aburrido: tengo continuidad laboral, no tengo que preocuparme ni inventar nada. Acá me tengo que preocupar porque no tengo nada y al mismo tiempo, esa preocupación me permite agudizar algunas instancias mías para ver cómo elaboro la subsistencia artística y personal. -¿Por qué supone que España se transformó un país de acogida para los actores argentinos? -En Argentina, en este momento, hay una creatividad muy grande porque es enorme la exigencia de creatividad. Así está visto afuera. Allá aparece cada tanto un Almodóvar. -¿Cómo sobrelleva la exigencia física de "El violinista en el tejado"? -Yo entreno desde hace cuatro años, todos los días, con períodos que cambian. Todas las mañanas dedico una hora a trabajo corporal y una buena atención médica preventiva. Así lo hice para "Mi bella dama" y ahora sigue. La obra dura dos horas y hago dos funciones. Creo que lo sobrellevo bastante bien. -¿Cómo elige sus trabajos? -Muy simple: sé morirme de hambre con dignidad (risas). Hay gente que hace cosas porque no tiene más remedio. Hago aquello que tenga coherencia con lo que yo pienso y si se revisa mi carrera, en general tiene coherencia. Participo de los proyectos en los que creo y en los que vale la pena que esté dentro para estimularlo. -¿No pregunta por el cachet? -Verdaderamente no es tan importante el cachet, sino que esté de acuerdo con lo que creo porque sólo haga lo que me representa. Tendrían que ser cifras muy grandes de corrupción que sólo se justificarían en el hecho de que podría ganar tanta plata que no la podría obtener a lo largo de mi vida. -¿Qué precio paga por esa actitud? -El precio más alto es no trabajar y no estar internalizado en forma masiva, algo que muchas veces ocurre a través de lo peor de cada uno. Hay gente que tiene mucha prensa, pero de las cuales no se habla de su trabajo, sino de los escándalos. No es mi caso. Tengo un perfil muy bajo y no me molesta para nada porque lo que hago es mi trabajo. No soy un exhibicionista. Mi trabajo ya tiene suficiente exposición y no quiero agregar cuotas extras. -¿Cómo interpreta apostar a una producción onerosa en un momento de crisis? -Es un elenco de 37 personas, que junto al equipo técnico, suman un total de 60 personas. Es un mérito muy particular porque no es el momento más adecuado. Por suerte tenemos una buena respuesta. Es una apuesta muy fuerte porque los costos son brutales, y una compañía en cooperativa no podría sostenerlo. -¿Siente algún privilegio sólo por estar trabajando? -Sin dudas es uno de los peores momentos que vi en lo profesional para todo el gremio. Hay cantidad de buenísimos actores sin trabajo. Lo que pasa es que hay que pensar que es un trabajo alternativo, que no siempre está. Desaparecen unos y aparecen otros. Es un trabajo discontinuo, pero de todas maneras es una alegría muy grande. -Teniendo en cuenta los temas que aborda ¿cómo lo vincula con la actualidad del país? -Son temas muy actuales: el exilio, la pobreza, la tierra, la familia. Diría que en este momento la gente recurre mucho al mundo afectivo íntimo para sostenerse, donde sin embargo siempre está pendiente el exilio como fantasía. Hoy todo el mundo dice que se quiere ir y la obra tiene muchísimo que ver con eso. -¿Comparte la idea de que Ezeiza es la única salida a la crisis? -Nunca es así en la realidad, pero en la fantasía puede ocurrir. En la realidad hay otras salidas, pero implican dolor porque requieren tiempo de reprimir ansiedades, de espera, de malos momentos. La única salida no es tomar un avión e irse a otro lado, porque en otro lado también hay que vivir una vida. Además con otras costumbres y otra cultura, pero tan dificultosas como las que uno tiene acá. Estamos siempre como intentando bordear el agujero para poder subsistir. -¿Cómo afecta la crisis a la actividad artística? -Creo que de no continuar con este entusiasmo de los productores, como el que tiene en nuestro caso Romay, el género de la comedia musical está retraído totalmente. La prueba está en que este año se cayeron obras como "Cabaret" que estaba programada y con casting. Así sucesivamente, porque la inversión es muy grande. Eso lleva a un panorama más desolador en ese sentido. El empresariado, con razones bastante comprensibles, busca obras de tres personajes, porque frente a cualquier acontecimiento negativo es más fácil de salvar el paño. -Es una reducción mínima en el marco de una mayor -Seguro, porque esto atenta contra la cultura, una cultura que se defiende como se puede porque el Estado no aporta. En realidad aporta fantasías, porque si todo se reduce al Teatro San Martín y el Cervantes es bien poco para un país de casi 40 millones de personas. En la provincia no existe. Nos estamos refiriendo a un teatro profesionalizado y en la Capital Federal, pero da la casualidad que esto está dentro de un país y ese país está mucho más necesitado de todo esto; pero la verdad es que tampoco puede dar respuestas, porque no las tiene. -¿Cómo ven el país en España? -Creo que están muy preocupados y básicamente no entienden lo que pasa. No pueden entender desde España cómo en un país que está con capacidad para alimentar entre 300 y 800 millones de personas, la gente come de la basura.
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