Producida la renuncia de monseñor Edgardo Storni como arzobispo de Santa Fe -que aún resta ser aceptada por el Papa- surgieron variadas opiniones en torno al futuro de la diócesis capitalina. Algunas fueron condenatorias hacia los colaboradores inmediatos del purpurado, de quienes también piden sus relevos. Otras menos virulentas proponen que la curia tenga en el futuro una actitud pastoral y cercana a la gente. Pero también hubo reflexiones acerca de la situación planteada.
Una fuente estrechamente ligada a la Iglesia consignó a La Capital que "la grey católica santafesina ve transcurrir los días y semanas sin contar con una palabra autorizada de la alta jerarquía eclesiástica que les devuelva la confiabilidad en la Iglesia".
Después de los turbulentos días iniciales del escándalo "parecería que superados los momentos iniciales, que oscilaron entre la sorpresa y la indignación ante las numerosas denuncias sobre el comportamiento de Storni y sus presuntas irregularidades, las preocupaciones están centradas cada vez más en la actitud y la postura de quienes tienen la misión de conducir al Pueblo de Dios", dijo la fuente consultada.
"Dentro de la Iglesia -explicó esta fuente- hay quienes cotejan esta situación con el comportamiento de los primeros cristianos frente al hermano que había delinquido: los presbíteros y obispos no dudaban en separarlo de la comunidad para que hiciera penitencia por sus pecados, actitud que dio origen a la expresión excomunión, que significaba fuera de la común unión. Esta separación se hacía sin agravios personales y con el mismo respeto que el usado por Jesucristo con los pecadores que encontraba en su camino".
También consideró que "por eso les cuesta tanto a los católicos aceptar que las máximas autoridades de la Iglesia argentina hayan manifestado públicamente su apoyo a Storni. Sienten que lo que verdaderamente daña a la Iglesia no es que haya entre sus miembros hombres y mujeres con debilidades, porque en su larga historia se pueden encontrar casos de inmoralidad y de corrupción. Lo que el creyente interpreta como un daño grave es la aparente voluntad de encubrirlos".
Participación
En su análisis sobre lo sucedido en el Arzobispado santafesino, la fuente -que pidió permanecer en el anonimato- indicó: "Hace 50 años quizás nadie se hubiera atrevido a poner en evidencia estos desórdenes, pero la nueva conciencia que se advierte en otros campos de la vida argentina, como el social y el político, ha producido un despertar del sentido de responsabilidad y lo imperativo de la participación. Como una consecuencia imprevisible, el caso Storni ha derivado en un sentirse comprometido con salvar a la Iglesia del descrédito y ha producido conductas solidarias".
"Por otra parte -agregó- como sucede cuando el organismo enfermo genera anticuerpos para defenderse, ha comenzado a evidenciarse la reacción de algunos sacerdotes que dolorosamente reconocen no haber actuado con la urgencia que la situación exigía. Es previsible que esta sana reacción se extienda progresivamente a toda la diócesis".
Finalmente, consideró que "en medio de un mundo tan cambiante, en el que se derrumban los grandes imperios, la corrupción de los que están arriba se generaliza, la falta de virtudes cívicas elementales desilusiona tanto y casi no quedan modelos identificatorios. En este mundo la Iglesia ha ido quedando para muchas personas como uno de los pocos baluartes sólidos en los que uno pueda apoyarse".
"Toda la población está pendiente de una palabra clara y definitoria del Episcopado, pronunciada con altura y respeto a las personas, aunque también con una lucidez y valentía para no hacerle un enorme daño a la Iglesia encubriendo el desorden, pero aceptando la separación de un hermano para salvar a toda la comunidad".