Cuatro de cada diez ingresantes a primer año de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) abandonan sus estudios. El porcentaje sigue siendo alto, aunque bajó 10 puntos en la última década. En el 91 la deserción alcanzó a más de la mitad de los estudiantes, mientras que el año pasado llegó al 41 por ciento, tres puntos por arriba del 38 que se había logrado en el 2000. Para frenar el abandono, la UNR viene implementando distintas estrategias. Al programa de orientación vocacional y el trabajo de articulación con escuelas medias, ahora sumó un nuevo servicio: el Espacio de Atención Psicológica. Ocho de cada diez consultas son de ingresantes oriundos del interior provincial, hasta ahora derivados por las secretarías estudiantiles de cada facultad. "Expresan desconfianza, inseguridad, inconstancia, miedo al fracaso y dificultad para lograr una inscripción social", afirma el psicólogo Miguel Angel Gómez, a cargo del servicio cuyo director consultivo es el especialista en educación Ovide Menin.
Hace siete años, después de que los índices de deserción de ingresantes superara el 50 por ciento, la Universidad reestructuró por completo su programa de orientación vocacional.
Por ejemplo, "se desterró el test y ahora se trabaja sobre entrevistas personales y una amplia base de datos que reúne la oferta educativa completa de Rosario", explicó la secretaria estudiantil del rectorado, Norma Abrahan. A eso se suma una política de preingreso en las facultades y trabajo de articulación entre escuela media y Universidad que se realiza con 25 colegios de la ciudad.
"En ese marco se ha hecho un diagnóstico de las principales dificultades que muestran los ingresantes, se identifica dónde fallan y después se capacita a los docentes de escuela media de esas áreas", agregó Abrahan. También se organizan talleres de seis encuentros, donde el último año participaron unos 5 mil chicos.
El programa logró frenar en parte la deserción entre los ingresantes: del 51 por ciento que representaba en el 91, se pasó al 38 en el 2000. Sin embargo, el año pasado volvió a subir un poco y se ubicó en el 41 por ciento.
Por eso, desde agosto pasado funciona en Moreno 834 el Espacio de Atención Psicológica, con fuerte orientación en psicopedagogía, adonde cuatro días por semana los estudiantes universitarios que atraviesan situaciones conflictivas pueden recibir atención psicopedagógica. Después de cuatro a ocho entrevistas, si es necesario son derivados a una terapia más específica.
Curiosamente, por lo menos ocho de cada diez consultas corresponden a alumnos ingresantes de distintas carreras y para la mayoría de ellos, que provienen de pueblos y ciudades del interior provincial, se trata de su primer año en Rosario.
SOS de ingresantes
"Estamos recibiendo entre cuatro y siete consultas diarias", explica el psicólogo que está al frente del servicio. Aunque apuntan a todo el universo del alumnado, la mayor demanda proviene de chicos de primer año, "evidentemente el momento en que se acrecientan los problemas de contención" entre los estudiantes, explica Gómez.
Los conflictos más frecuentes que expresan los adolescentes (en su mayoría de 18 a 21 años) es "desconfianza, inseguridad, miedo al fracaso y, en el caso de los que llegan de afuera, dificultades para lograr una inscripción social", sostiene el coordinador.
¿Pero qué quiere decir que no pueden inscribirse socialmente? "Significa que no han tramitado un desprendimiento de sus lugares de origen y sus familias, y enfrentan serias dificultades para entablar nuevas relaciones afectivas y enfrentar el contexto académico e institucional", dice Gómez.
Todos esos sentimientos devienen en "apatía, desgano y sobre todo inconstancia en el cursado: no logran concentración ni plenitud en las horas de estudio, y así aparece la dificultad para sostener la continuidad" de la carrera. "La misma dispersión provoca interrupción o abandono: las dos caras visibles de una fuerte relación de dependencia parental", afirma el psicólogo.
Esa situación, una confirmación de la tan mentada prolongación de la adolescencia, tiene su correlato en la dependencia económica, ya que la mayoría de los estudiantes del interior hoy proviene de familias con capacidad para solventar su estadía en Rosario, aun cuando vivan en residencias estudiantiles.
"A esa edad, sienten la urgencia por decidir algo, como una carrera, pero no están preparados psíquicamente para sostener esa elección, lo que implica soportar que algunas cosas no salgan, otras sean esquivas, y para la mayoría se necesite constancia y firmeza".