Los "necesarios y saludables" quince minutos de fama descriptos alguna vez por Andy Warhol tuvieron, este fin de semana, a sus nuevos cultores-víctimas. La vanidad de quienes trabajamos en los medios masivos confluyó en el "nuevo" epicentro argentino del egocentrismo -la patria de Adolfo Rodríguez Saá- en la última entrega de los premios Martín Fierro del Interior. La paradoja fue interesante: premios al ego en el patriarcado el ego. No está mal.
Desde Rosario el viaje en micro bordeó las ocho horas. Uno piensa, como el Gran Capote: "Nada es incómodo si después del esfuerzo tenés asegurado un buen polvo". Y vamos pensando sólo en ese instante: decir algo importante cuando premien nuestro "genial talento".
Las ocho nominaciones rosarinas entregadas por Aptra resultaron escasas si uno tiene en cuenta la gran cantidad de producciones que tiene la ciudad tanto en radio como en televisión. No estuvieron representando a nuestra cultura mediática ni Novaresio, Suriani, Feldman o Lotuf. Tampoco vi a periodistas de Canal 5, ni a Chiabrando bebiendo buenos vinos o a Orselli abrazando la alegría de Tessandori y Bermejo. Nada de eso.
Los candidatos locales al premio, entre los cuales me encontraba por la producción 2001 de "Elemental Watson", nos encontramos en el lobby del Hotel Potrero de los Funes dispuestos a olvidarnos de la crisis y del año duro por el que atraviesan los medios en Argentina. Bellísimo Adolfo. Qué hotel. Qué clima. Qué fiesta. Que rubia. Qué escote.
Postales de la noche
Los flashes cholulos disparados para retratar a "estrellas del interior" con las estrellas porteñas se multiplicaban. Los más buscados fueron Samuel Chiche Gelblung, Juan Leyrado, Eduardo Blanco, Fanny Mandelbaum, Diego Peretti, Antonio Carrizo y la ecónoma reaccionaria Lita de Lázzari.
Y por supuesto en medio de la fauna de "talentos del interior" estábamos nosotros. El joven Cavatorta, cronista rosarino de la belicosa Radio 10, derrochó entusiasmo. Dos nominaciones para su trabajo ya eran para él un buen reconocimiento. Pero iba por más. Marina Sala, nominada por el programa de tevé "Abre tus ojos", pidió a sus compañeros Sergio Gómez y Verónica Bosicovich que calmen su ansiedad. "Yo me muero, hagan algo por mí", suplicó la periodista desbordada por la tensión. "Tomate un whisky", le sugirió Verónica. "Uno no, mejor que sean dos", se corrigió.
Claudio de Lucca, incansable titular de la FM Aire libre, nominado por el programa "Las vecinas", se paseó toda la noche con su grabador dispuesto a trabajar las 24 horas del día. Vi a la pareja de periodistas del programa "Pantalla grande" de LT3 cenar justo al lado de un jurado de Aptra, el verborrágico Guillermo Alamo.
A la hora de los premios los rosarinos acumulamos dos. Pablo Breitman, gerente comercial de Canal 5, me acompañó para representar a "Elemental Watson" junto a Ernesto Avila pero terminó retirando el premio que ganó Radioshow a pedido de su amigo Guillermo Godfrid. El programa "Vamos que venimos" fue el mejor en el rubro humor de radio y esto despertó una extraña confusión. Cuando Breitman volvió a la mesa con la estatuilla uno de los comensales, Enrique García Hamilton (ex director de la Gaceta de Tucumán) le pidió que cuente chistes.
Después los muchachos de "Bótelos" se llevaron el premio al mejor programa periodístico de tevé. Cavatorta emocionado y confundido sobre el escenario habló de la necesidad de hacer una "autocrítica periodística. No somos jueces", dijo mi exitoso competidor (estaba en la misma terna que yo) y se perdió en la noche en busca de una fiesta completa.
La noche de San Luis siguió para el grupo de derrotados dentro del Casino. Gané cien pesos. Buen dinero para invitar los tragos en un pub puntano. Cuando salimos los afiches con la eterna sonrisa del Adolfo parecía decirnos buenas noches. Buenas noches vanidad.