"Más vale prender una vela que maldecir la oscuridad", repite la hermana Carmen, una de las impulsoras de la Pastoral Penitenciaria, como frase de cabecera, aunque no sea de la Biblia. La muletilla le sirve para justificar la parte ingrata de su trabajo y a la vez para replicar las políticas de endurecimiento de penas ante la inseguridad y la violencia. Los religiosos sostienen que los autores de los delitos más aberrantes suelen ser los más "recuperables" en términos sociales. "Es difícil que una persona que cometió un homicidio en un acto de descontrol vuelva a hacerlo", cuentan desde su experiencia. Pero también remarcan la vulnerabilidad de un magistrado para decidir sobre la vida de una persona. Para eso apelan a la cantidad de juicios políticos que enfrentan actualmente magistrados por errores en su desempeño, para no adentrarse en causas más trascendentales y filosóficas. Carmen está convencida de que la prioridad es construir una sociedad en la que se respeten los derechos, se brinde educación y trabajo digno. Y que esas falencias no se resuelven con cárceles más grandes ni leyes más duras.
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