Mauricio Tallone / Ovación
Central empató en el Gigante ante Chacarita y la lectura más profunda que debe hacerse de los noventas minutos es que no logró zurcir con una actuación reivindicatoria, ni para su juego y mucho menos para sus hinchas, las costuras rotas del mal funcionamiento que arrastra desde hace varias fechas. Además el juego de los muchachos de Menotti mostró rasgos muy contradictorios. Porque no sólo sumó otro punto con sabor a derrota como el desde hace quince días frente a Vélez, sino que a lo largo de todo el partido ante los funebreros se mostró sorpresivamente incapaz de recuperar los síntomas que lo habían transformado en uno de los equipos sensación de este Apertura. Entonces, ante este cuadro de situación, cabe preguntar si esta merma de rendimiento en la que están incurriendo los canallas forma parte apenas de los vaivenes del fútbol o realmente al equipo del Flaco le están agarrando la mano. A esta altura del campeonato escarbar en la segunda opción de este planteo es una temeridad. En el fútbol argentino se conocen todos y hablar de que un equipo no pudo ganar porque el otro le tomó la mano es un atrevimiento sin sustento. Por lo tanto, la lectura de la situación se puede graficar con un refrán muy redituable para estos casos. Tanto que hay un axioma en desuso que dice que aquel equipo que juega mal, que confunde los alcances de su idea madre, suele recibir el escarmiento de una derrota. Central anoche no perdió pero si se descansa la lupa en los méritos de uno y otro debió haber dejado los tres puntos en el Gigante de Arroyito. Y esto le cierra también a una formación dirigida por César Luis Menotti, hombre de buen gusto a la hora de elegir los ejecutantes. Por eso, como ocurriera en el empate ante Vélez y en la derrota del domingo pasado frente a Colón en Santa Fe, los muchachos del Flaco no fueron consecuentes con su destino de equipo ofensivo. Y cuando pasa eso, a veces sirve más perder que rescatar un punto sin el aval de los merecimientos.
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