Todo se niega. La mayoría de las versiones, por ahora, fueron despejadas violentamente por los encargados de hacerlo como si se tratara de un defensor que la tira a la tribuna en un momento de apremio para hacer tiempo. Esa parece la figura futbolística más adecuada para el ciclo que conduce Julio Zamora. Nadie, salvo los dueños de las decisiones, podría asegurar cuál será la suerte del director técnico rojinegro si Newell's se vuelve con las manos vacías de la cancha de Banfield. Es que la derrota en el clásico mostró un atisbo de descontento generalizado; un comportamiento fuera de lo común de la popular rojinegra, que en muchas otras ocasiones -como en la mayoría de los clubes- se erigió en soberana a la hora de subirle o bajarle el pulgar a un entrenador. La sensación se profundizó tras perder en tiempo de descuento frente a Unión. Pero para beneficio de todos los protagonistas del grupo, el próximo capítulo se escribirá lejos de casa, por lo que las hipotéticas hostilidades no deberían tener la fuerza suficiente como para desbancar al entrenador justo antes de recibir a Boca. Lucubraciones, versiones y rumores al margen, un cambio intempestivo casi nunca es la mejor salida para mejorar.
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