Parece ser que a este Newell's ahora le resulta mucho más sencillo desplegar su juego y adquirir cierta solidez en canchas ajenas que en su propia casa. Arrancar los tres puntos de Mataderos no es para nada sencillo y hasta allí se remonta el último antecedente como visitante. Pero, por ahora, es apenas un dato estadístico. Si la tendencia se profundiza bien podría considerarse que el Coloso dejó de ser el mejor escenario para el equipo de Zamora y se transformó en un ámbito de presión casi inexpugnable. Los rojinegros le contestaron a la derrota en el clásico con una victoria en Capital Federal. Ahora deben cumplir con la misma misión en el sur del Gran Buenos Aires. Pero el entorno es diferente. Más allá de los cambios, más allá de las bondades específicamente tácticas y técnicas del equipo. La caída ante Unión fue un golpe muy duro en el rincón anímico de los leprosos. Es tiempo de apelar a las reservas. Esas mismas que en la semana fueron socavadas por visitas incómodas más allá del empeño del entrenador por transformar un claro apriete en una visita de camaradería. Por lo demás se debe consignar que a Banfield no le sobra nada en este aspecto y si es por presiones no le va en zaga. Los jugadores del Taladro también tuvieron un par de reuniones en la semana. Aquella desestabilización que generó Central en el Coloso pareció cicatrizarse perfectamente en Mataderos. Pero la herida volvió a abrirse inesperadamente frente a Unión. Es tiempo de suturar otra vez. Existe mucho más espacio para la cabeza que para los pies, a pesar de que como su nombre lo indica, el fútbol se juega por abajo y eventualmente por arriba. Pero Newell's necesita imperiosamente aclarar su mente, serenarse, despojarse de las presiones y recién después jugar. No se trata de una escala de valores, sino de una cuestión lógica: si el equipo no se suelta emocionalmente estará atado de pies y manos. Al margen de lo más importante, si los rojinegros hacen una buena catarsis, tienen todos los argumentos para derrotar a Banfield.
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