Año CXXXV
 Nº 49.605
Rosario,
miércoles  18 de
septiembre de 2002
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Editorial
La falta de control vial

La tragedia ocurrida en Catamarca en las últimas horas del domingo pasado obliga inexorablemente a investigar en profundidad para saber hasta qué punto se ha perdido rigurosidad en distintos aspectos de la seguridad vial. Se trata de una tarea de la que debe ocuparse en primer lugar el Estado -que es responsable de garantizar que se cumpla estrictamente con los requerimientos para el transporte público de pasajeros- pero que también es de índole individual, porque en muchas ocasiones las faltas cometidas se corresponden con la negligencia o la falta de actitud de los pasajeros para denunciar incumplimientos.
Desde ya, no se puede desconocer que la crisis económica ha gravitado considerablemente. Las empresas del transporte han sufrido severamente la depresión y para sostenerse debieron recurrir a unidades que no siempre se encuentran en óptimas condiciones. Muchas de ellas ofrecen servicios para viajes grupales, fuera de las rutas regulares que realizan habitualmente para poder asumir los costos empresariales. A esto se le debe sumar la corrupción latente en distintos estamentos del Estado -llámese secretarías, cuerpos de inspectores o policiales-, que producto de los magros salarios, se enquista con facilidad y permite todo tipo de irregularidades. La consecuencia, obviamente, es la fatalidad en la que tarde o temprano se termina. Porque solamente el azar o la buena fortuna pudo haber impedido que acontezcan con mayor frecuencia accidentes como el de Catamarca, donde 47 personas perdieron la vida.
También se debe escuchar a las asociaciones vinculadas a la seguridad vial, como el Instituto de Seguridad y Educación Vial y la Asociación Civil Luchemos por la Vida, que han señalado la inexistencia en el país de un organismo que se encargue de fiscalizar las condiciones del transporte y de capacitación de los conductores. Y de la necesidad de implementar una política acorde con la coyuntura que se vive, atendiendo a la realidad de cada región.
Para la ciudadanía quedan enseñanzas de esta tragedia conmovedora: exigir a las autoridades competentes el cumplimiento estricto de su rol de control, no volverse cómplices silenciosos de los hechos de corrupción y evitar la utilización de medios de transporte cuando se dude de su buen estado. De ello dependerá en gran parte que no se repitan trágicos accidentes.


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