A Stella Maris González, contaban sus vecinos, la obsesionaba el futuro de sus chicos. Los policías que ayer revisaban su casa de clase media empobrecida la escucharon aludir a ellos. "Ya no tenía qué darles de comer", murmuraba. El caso aparece como un ejemplo extremo de la forma en que el colapso económico trastorna la subjetividad. Algo que, sin embargo, debe ubicarse en su excepcionalidad. La crisis económica es general, tragedias como la ocurrida en barrio Belgrano no lo son. "El asesinato de un hijo es un asesinato sin lógica", dice Eduardo Mutazzi, doctor en Salud Mental del Instituto de Psicología de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Es un acto de locura en tanto tal conducta es lo opuesto a lo esperable. Algo ajeno a los cánones de lo que es zanjar "normalmente" un conflicto. "Como no conozco a esta persona -dice Mutazzi- no puedo referirme al caso particular. Pero por lo que dicen los discursos de su entorno, incluso el de la prensa, aparecería en ella una crisis profunda en la resolución de un problema en el orden simbólico. Y entonces hay un desajuste. Ante la imposibilidad de simbolizar con una queja o una demanda el problema de no poder darle de comer a la hija, le cierra la boca para siempre. Ella lo plantea así: «como no puedo resolver su futuro, se lo saco». El momento de locura es eso: actuar lo que no se puede decir", planteó. El especialista constata en su práctica clínica que la crisis material puede generar catástrofes en la producción de subjetividad. "Pero explicar cada caso por la crisis económica sería un reduccionismo. El 50 por ciento de las madres de Rosario tienen problemas para darles de comer a sus hijos y no responden así. La cuestión es que algo hizo producir tal acto en esta mujer. Y aquí puede haber en ella -lo digo sólo porque aparecería en su discurso- un indicio de gran dificultad para procesar las cosas perdidas al empobrecerse". Mutazzi sostiene que todo lo que una persona es subjetivamente va al derrumbe si su sostén simbólico naufraga. "En este caso puede estar expuesta una extrema incapacidad de tramitar pérdidas: de capital económico, laboral o de prestigio. El acto que produjo la mujer es uno posible entre muchos y por qué no se dio otro tiene que ver con su historia. Podría haberse suicidado o prendido fuego a la casa. Pero el caso llega con tanta fuerza a los medios de prensa porque mató a la hija", planteó. "Todo esto -dice Mutazzi- no implica negar que aquí hay un crimen sino buscar algo que nos permita pensar por qué puede ocurrir esto en estos momentos. El año pasado en el Suipacha hubo 20 mil consultas externas. Decir que todo es psicopatologizable por la crisis es una simplificación. Pero hay crisis y esto impacta, a veces de modo trágico, en la constitución psíquica".
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