José M. Petunchi / Ovación
¿Cuál es la verdadera cara de este Newell's? ¿El que decepciona a sus hinchas, como ante Rosario Central; el que ilusiona hasta el más pesimista como ante Independiente, en Avellaneda; o el que genera una mesurada pero merecida felicidad como ante Nueva Chicago, el último domingo? Al margen de los vaivenes lógicos que pueda sufrir el equipo en este torneo, en Mataderos los dirigidos por Julio Alberto Zamora dieron indicios de que van a ser más los partidos en que los hinchas se van a ir reconfortados con el equipo que aquellos en los que masticarán bronca. Este equipo está para seguir dando pelea en el lote de arriba. Ante Chicago, la mayor incógnita estaba centrada en saber cómo iban a reaccionar luego del mazazo que les significó la derrota ante Central en el clásico. Si habían logrado asimilarlo y si el tiempo transcurrido había sido suficiente para reponerse a ese cachetazo y empezar a cicatrizar las heridas. Y la respuesta fue importante. El grupo demostró que está maduro y preparado para dejar atrás ese lastre. Que en definitiva sólo se trató de un mal partido -en el día equivocado-, de una actuación fallida pero que parece no haber hecho mella en este grupo de futbolistas. "Sea como sea teníamos que ganar", reconoció Fernando Crosa, el capitán del equipo y la figura del partido del último domingo. "Teníamos que demostrar la personalidad del equipo", admitió una de las voces autorizadas para hablar sobre esta situación. En este sentido también se expresó Cristián Domizi, uno de los referentes obligados del plantel: "Después de perder un partido importante, como el clásico, estás medio groggy, o te parás o te terminás de caer. El equipo se paró y consiguió tres puntos valiosísimos". Para empezar a cicatrizar las heridas abiertas que le dejó el clásico, Newell's superó el escollo con la madurez de un equipo que parece tener muy claro su objetivo y también las herramientas con que cuenta para eso. Pero paradójicamente, y además del esfuerzo y empeño que asumió todo el equipo para sobreponerse a la coyuntura, fue determinante el aporte de la sangre joven. Esa que llegó de la mano del pibe Fernando Belluschi (un volante por derecha con buena dinámica, que ayer cumplió 20 años) y de Guillermo Marino -21 años-, un enganche con características diferentes a las de Damián Manso. Sin la endiablada habilidad del Piojo, pero con más llegada al área rival y más poder de gol. El escalón que los rojinegros subieron en Mataderos ratificó lo visto hasta antes del clásico, que entre la capacidad y las ganas de los más experimentados y el aporte de la sangre nueva, Newell's está en condiciones de brindar más alegrías que tristezas a su gente. Que, como dice el Pájaro Domizi, "este equipo va a dar que hablar".
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