| | cartas La vida no es una moneda
| El tráfico e intercambio de personas es un crimen de lesa humanidad. No sólo los tratados y convenciones de la comunidad internacional lo consideran así, sino que la conciencia de la especie, más allá de las latitudes, rechaza esta vil práctica que despierta un sentimiento de repulsión. Sin embargo, a lo largo de la historia hubo quienes se empeñaron en trocar vidas y muertes, invocando razones de Estado. Lo hicieron con Sócrates, con Jesús, con Sacco y Vanzetti, con Joaquín Penina y el matrimonio Rosemberg. Ocurrió en Latinomérica con miles y miles de personas, víctimas de la CIA y sus agentes locales. Los dictadores Pinochet y Brezhnev "canjearon" al disidente ruso Vladimir Bukovsky por el militante comunista chileno Corvalán. Como si la vida y la libertad fueran monedas de cambio. Que no lo son, ni pueden serlo, justamente por tener valor supremo. El ministro de Defensa, Horacio Jaunarena, debería dejar de ser gestor y lenguaraz de los genocidas, y permitir que se esclarezcan los crímenes de lesa humanidad que abrieron heridas perennes en la sociedad argentina. La impunidad no puede ser la base de una convivencia democrática y no puede haber razón de Estado que no ofenda a la ética si se esgrime a cambio de vidas. Carlos A. Solero
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