| | Los emprendedores de todos los días
| Susana Merlo
El campo está acostumbrado a la alternancia de años buenos y malos. Sabe que todo pasa, lo positivo y también lo negativo. Que en los períodos de bonanza se debe armar, modernizar, capitalizar, y en los otros debe restringir al máximo los gastos y "vivir (y producir) con lo que hay". En estos períodos críticos, es cuando más se aguza el ingenio. Así, día a día se conocen más "negocios" que no apuntan a la diversificación productiva sino a pequeñas -o no tanto- estrategias que permiten potenciar los recursos o achicar costos. Desde el alquiler de toros hasta el leasing de máquinas y equipos, pasando por el aprovechamiento de subproductos de la zona como sustitutos de granos o forrajes, todo vale a la hora de seguir produciendo. Si esto es así a nivel de un establecimiento, de un productor en particular, la situación se potencia si se considera al sector como conjunto dentro del país. Lo lamentable es que en este caso no hay ningún "dueño" pensando estrategias, tratando de sacar el máximo rendimiento con los menores costos, o aprovechando a fondo hasta el último recurso. Un país que tiene cada vez más pobres (cerca del 50% de la población), donde hay gente que no come; se da el lujo de desaprovechar a su sector más fuerte, desperdiciar su recurso más rico o dilapidar irresponsablemente lo que otros pagarían por tener. Una incoherencia, sin duda Pero mientras sigue sin aparecer "el gran estratega", o el gobernante con planes y objetivos claros, sigue habiendo pioneros y emprendedores que, en muchos casos a su propia costa, intentan poner en marcha estrategias o, al menos, llamar la atención sobre el desaprovechamiento que se está haciendo del recurso "campo". Hay ejemplos. Del maíz se obtienen cerca de 60 subproductos pero en Argentina apenas se llega a la docena. Con la soja pasa lo mismo. Los biocombustibles ya son hoy una realidad pero casi ningún gobernante nacional se anima a impulsarlos efectivamente. La Argentina no aparece en el listado de proveedores de la FAO, aunque este organismo compra, anualmente, más de 50.000 millones de dólares en alimentos. Los planes no están, las estrategias nacionales no aparecen y, por lo tanto, el objetivo país parece cada vez menos claro.
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