Año CXXXV
 Nº 49.594
Rosario,
sábado  07 de
septiembre de 2002
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Con una pensión mantiene a más de 70 nietos y a 33 hijos

María Rosa del Carmen Ortiz tiene 59 años, 33 hijos y más de 70 nietos, vive en un ranchito del barrio Nuestra Señora de Fátima, en San Isidro. Con una pensión de 110 pesos hace lo imposible para brindarle a sus hijos la posibilidad de ir a la escuela.
Doña Ñata dice que la plata de la pensión es para que los chicos puedan estudiar. La mujer aclara que tiene dos pares de mellizos y que por eso vivió 31 partos. "Yo quedaba embarazada ante de que el hijo que había nacido cumpliera los nueve meses. Así fue que el primero lo tuve cuando tenía 14 años".
Admite que le cuesta recordar los nombres de todos sus descendientes. Mientras corta leña juegan a su alrededor hijos y nietos, muchos con la misma edad. Los chicos son casi todos rubios y con grandes ojos claros. Son reconocibles en ellos los rasgos de doña Ñata.
Walter, un nietito de sólo dos años y medio, se divierte con un gatito recién nacido y, orgulloso, cuenta con su particular vocabulario que se llama Juan. Otro de los hijos de doña Ñata, Vicente, de 11 años, levanta un perrito con apenas días de vida. "Este es mío y también es chiquitito", dice como imponiendo autoridad y haciendo valer no sólo su condición de tío, sino también sus nueve años de diferencia.
La más grande de los hermanos Ortiz, que vive en Buenos Aires, tiene 38 años y le lleva 32 a la más pequeña. La más chica es Claudia, que con tan sólo seis añitos la acompaña a donde va y es la mimada de la gran familia.
Ninguno de sus hijos tiene trabajo en la actualidad, pese a que en reiteradas oportunidades inescrupulosos políticos se acercaron con la típica promesa que se repite año a año cuando se avecinan tiempos electorales.
"Hace un montón de tiempo que vengo luchando para que aunque sea me pongan luz y agua, pero nadie me ayuda. Todos vienen cuando necesitan algo, pero después desaparecen y no vuelven más". La mujer tiene la piel curtida pese a sus jóvenes 59 años, los ojos tristes pero claros como el agua; la mirada tímida y, a la vez, segura. (AFP)


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