El juez de Instrucción Osvaldo Barbero dictó el sobreseimiento de un tirador especial de las Tropas de Operaciones Especiales (TOE) de la policía que mató a un chico de 16 años cuando la víctima se tiroteaba con otros efectivos. El caso ocurrió durante los episodios de diciembre del año pasado, en medio de algunos saqueos, del reclamo masivo de desocupados por comida y de la violenta represión ejercida por la policía. Barbero sostuvo que el francotirador actuó en defensa de la vida de un tercero y dijo que las circunstancias del caso justifican su conducta.
El sobreseimiento implica que el sargento Angel Omar Iglesias ya no está acusado de homicidio, aunque la decisión de Barbero todavía no es definitiva porque puede ser apelada por la fiscal de la causa, Elida Rivoira.
Iglesias, de 27 años, admitió haber sido quien disparó a la cabeza de Walter Campos con un subfusil calibre 9 milímetros dotado de una poderosa mira telescópica. Esto ocurrió el 21 de diciembre del año pasado en Olivé y el arroyo Ludueña, cuando Campos y otro chico eran perseguidos y se tiroteaban con policías de la comisaría 20ª.
El juez Barbero consideró que todas las explicaciones suministradas por Iglesias son compatibles con las otras pruebas reunidas en el expediente, entre ellas la declaración de 20 testigos cuyo relato acerca de las circunstancias del hecho coinciden con el del sargento.
Según el magistrado, esas pruebas permiten llegar a la conclusión de que el tirador empleó el "único medio racional posible" para evitar que Campos disparara ("Probablemente con resultados mortales", dijo) contra uno de los policías que lo perseguían.
Barbero es el mismo juez que investiga otros seis asesinatos durante la feroz e indiscriminada represión de manifestantes que exigían alimentos y de personas que producían saqueos. En uno de esos casos, el magistrado ya procesó por homicidio simple al agente Rubén Darío Pérez, del Comando Radioeléctrico de Arroyo Seco, quien está acusado de fusilar al militante social Claudio Lepratti en el barrio Las Flores. Ese caso ya está en etapa de juicio y la sentencia se conocerá en los próximos meses.
Un poco antes de que lo mataran, Campos había sido denunciado por unas mujeres que hacían cola para recibir una caja con alimentos porque supuestamente las había amenazado junto con el otro chico. En el barrio tenía fama de conflictivo y la policía siempre dijo que tenía antecedentes. Cuando lo mató estaba armado.
En la mira
Iglesias siempre reconoció ser el autor del disparo que mató al chico y fueron sus propios colegas de las TOE quienes confeccionaron el primer acta sobre el episodio. Luego también intervino la seccional 10ª. Según el relato del sargento, él y un compañero patrullaban la zona de Empalme Graneros en un móvil policial cuando vio que unos colegas suyos perseguían y se tiroteaban con dos chicos mientras estos escapaban.
El sargento detuvo la marcha, bajó del vehículo y con la mira telescópica de su fusil observó la secuencia siguiente. Así vio, dijo, cómo los sujetos que huían disparaban contra los policías. También observó cuando uno de ellos se arrojó "cuerpo a tierra" en un lugar donde el policía Sandro Ojeda no podía verlo y se preparó para abrir fuego.
Según su relato, fue entonces cuando decidió intervenir. Primero lo hizo con un disparo un metro por encima del sujeto con la intención de "intimidarlo". Luego tiró al cuerpo, "hacia el bulto más visible", que era la cabeza de Campos. Iglesias dijo que lo hizo "para disuadir y no para matar", y el juez Barbero aceptó el argumento.
El magistrado dijo que las pruebas reunidas por la investigación dan la razón al tirador y sostuvo que si bien su conducta resultó mortal para Campos, fue "imprescindible" para salvar la vida de un tercero, en este caso del policía Ojeda.
Tras este hecho, Iglesias estuvo detenido algunos días y más tarde fue excarcelado por decisión del propio Barbero, quien inicialmente lo imputó de homicidio. Si el sobreseimiento queda firme, el sargento quedará definitivamente despegado de la acusación.