Santa Fe. - "Hasta ahora nadie me pidió perdón, pero a quien reconociera su falla lo perdonaría", dijo anoche el sacerdote José Guntern mientras cientos de feligreses marchaban alrededor de la parroquia San Roque para testimoniarle su apoyo. "Ninguno de los que me insultaron se disculpó", insistió aunque vaciló antes de admitir que uno de los vicarios que lo maltrató en el Arzobispado lo llamó "atorrante". Agregó que cuando lo llevaron a su casa lo hicieron "como si fuera un paquete". Dijo que no recibió golpes pero admitió que sintió ganas de golpear a quien lo había insultado, y se negó a identificarlo. Confirmó que entre los sacerdotes que lo interrogaron y lo obligaron a firmar un documento se encontraba Edgar Stoffel, vicario para la Pastoral Social. Antes de iniciarse la marcha por cuatro cuadras del barrio Sargento Cabral los fieles oraron en la parroquia. El sacerdote no participó de la procesión con velas bajo la invocación de la Virgen María, pero junto con algunos amigos se ubicó en una esquina próxima a la parroquia donde recibió muchos saludos. "El ha hecho siempre mucho bien, así que nosotros vamos a apoyarlo en todo mientras lo necesite", dijo una de las muchas vecinas que se acercaron a saludarlo. "El Evangelio no es un libro, es la vida de Cristo y tenemos que llevar la vida de Cristo a la gente", expresó Guntern, quien dijo sentirse reconfortado por las constantes adhesiones que recibe de laicos y sacerdotes residentes en la provincia y aun fuera de ella. "Eso me hace saber que no estoy solo y que está conmigo gente de la Iglesia", señaló. Sin embargo, fue notoria la total ausencia de curas y monjas en la marcha.
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