Marcelo Abram / Especial La Capital
Capitán Bermúdez. - El cura de la parroquia Santa Catalina, Salvador Yacco, no dudó en solidarizarse con el padre José Guntern y arremetió contra la cúpula de la Iglesia. "Este es un problema que va más allá de la sexualidad y tiene que ver con un estilo de Iglesia que debe cambiar", dijo en su habitual estilo polémico y combativo. "Es una cuestión muy conocida en nuestro ámbito", señaló sobre el caso del arzobispo Edgardo Storni. "Siempre se habló de sus inclinaciones homosexuales y es un tema que siempre estuvo en el seno de la Iglesia. Por eso cuando estalló el escándalo no nos sorprendió, es algo que estuvo latente durante mucho tiempo", agregó. -Más allá de la cuestión sexual, también se habla de abusos. -Eso es lo grave. No tengo información para opinar más allá de lo trascendido, pero sí puedo hablar de su personalidad. Es absolutamente autoritario, eso es real. Se manejó siempre despóticamente con la gente, los curas y los políticos. Todos le temen por su manejo, conozco curas que hasta le tienen terror, siempre sembró el pánico donde se desempeñó. Imagine qué pasa con los humildes si le temen hasta en el poder. Es lo opuesto a lo que debe ser un pastor de la Iglesia. Esto es lo grave. El tema principal es qué hacemos ante esto. -¿A qué apunta? -A que la Iglesia no debe ser hipócrita. Esto se sabía desde que vino en 1994 monseñor Arancibia. ¿Qué pasó con su informe? No trascendió nada, ni a favor ni en contra. ¿Por qué, qué se quiere tapar? Por eso digo que es un tema que estaba instalado. Lo de su sexualidad es una cuestión de cada uno, lo más grave es lo ocasionado en el corazón de esos jóvenes sanos y el daño que aún hoy debe persistir en ellos. Esto es gravísimo, pero es lo puntual. ¿Qué pasa con la Iglesia, cuál es su proyecto para nuestra comunidad? Si usted habla con cuatro párrocos verá que cada uno defiende cosas diferentes y hasta antagónicas. Por eso digo que es una problemática que se refiere a un estilo de Iglesia. El silencio ante esto es el mismo que el silencio ante lo que pasa en nuestra Argentina. -¿Qué opina de lo que pasó con el padre Guntern? -Esos son los curasos que yo quiero para mi Iglesia. Las presiones hablan de una terrible actitud corporativa porque se quiere tapar lo que pasa. Lo peor que nos pudo pasar es que esto saliera a la luz por fuera de la Iglesia. Pero nosotros debemos corregir nuestros errores, más allá de lo que tenga que investigar la Justicia. Los curas no somos ángeles, somos personas como cualquiera, llenas de pecados, miserias humanas y debilidades que nuestra Iglesia debe ir corrigiendo y no ocultar. Guntern no le hizo ningún daño a la Iglesia al hablar de esto, por el contrario. Y no sólo en este caso la Iglesia se sigue callando cosas muy graves. -¿A qué se refiere? -A que ¿dónde está la condena firme de la Iglesia de Rosario, el pedido de Justicia por el asesinato de Pocho Leprati, que era de nuestra comunidad, o qué pasó con Susana Avalos, una chica golpeada y vejada en la zona oeste de Rosario? Son gentes de nuestras comunidades, comprometidas con los pobres, con los últimos de la sociedad. Hoy la cosa clara y tampoco aparecen los pastores. Es por eso el tema es más abarcativo del caso de Storni, porque hay un silencio desde el Arzobispado. -¿Leyó el libro de Olga Wornat? -No tuve oportunidad todavía, pero por los comentarios creo que la escritora apunta a mostrar precisamente dos estilos diferentes de Iglesia: la que era con el arzobispo Vicente Zaspe, que antecedió a Storni, y esta del autoritarismo. Este despotismo hacia nuestras comunidades es el fondo de la cuestión, más allá de la sexualidad y las inclinaciones de Storni. El tema es el rol de los pastores en este mundo. -¿Cree que hay más casos como el de Storni? -Me parece que sí, la sexualidad siempre se manifiesta, la genitalidad es el uso de la sexualidad, y debe haber otros casos, por más o por menos, pero el caso de Storni es un caso de una personalidad absolutamente desequilibrada. -¿Se siente tocado cuando pasan estas cosas? -Sí, y no, me parece que no se puede permanecer indiferente ni en silencio.
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