Año CXXXV
 Nº 49.589
Rosario,
lunes  02 de
septiembre de 2002
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Presunto caso de justicia por mano propia silenciado por una pacto de vecinos
Un robo y un accidente unidos por un relato que barrio Parque quiere callar
Un verdulero asaltado persiguió en su pick up al ladrón. Al rato un hombre apareció atropellado. No hay denuncia

Paola Irurtia Sergio M. Naymark / La Capital

Sólo los que habitan la esquina de barrio Parque pueden contar la historia que ocurrió allí la noche del sábado 24 de agosto. Un relato que formaría parte de las crónicas policiales si no hubiese sido silenciado por el modo en que cada uno de los protagonistas quedó implicado. Lo que nadie podrá desmentir es que hubo un robo a mano armada a una verdulería y que instantes después un hombre quedó en grave estado tras ser atropellado a una cuadra de allí. Lo que murmura el barrio es que los dos hechos están conectados. Y que el nexo es la reacción del verdulero que, tras el robo, salió en su vehículo a perseguir el ladrón para recuperar su dinero.
Los hechos están pintados hasta con mínimos detalles en el relato que lo hace circular. Un hombre, hasta anoche, seguía internado por las lesiones que formalmente sufrió en un "accidente de tránsito". En la verdulería admitieron ante este diario que el sábado 24 a las 21 hubo un atraco. "Algo menor, no pasó nada", señalaron.
Según el relato -público pero no oficial- lo que ocurrió se sintetiza en dos enunciados: un robo a mano armada contra un trabajador y la violenta recuperación del dinero de parte de esa víctima.
La secuencia de esa noche comenzó con la aparición de un hombre en una carnicería y verdulería de Suipacha y Ocampo. Con un arma en la mano, sorprendió a dos trabajadores que se preparaban a cerrar las persianas del local. El ladrón fue observado frente a la puerta del negocio, la bicicleta a un lado y la carterita con la recaudación recién lograda en la mano. Resignado a perder el dinero, el verdulero se asomó a la puerta para pedirle al maleante que le devolviera, al menos, los documentos. En el silencio de la noche, la voz del hombre se propagó a través de la calle. Y quedó sin respuesta.
Un grupo de varios jóvenes, un hombre que arreglaba su auto, comerciantes que aún no habían cerrado sus puertas y otros vecinos poblaban la esquina esa cálida noche. Los más atentos advirtieron el asalto y desde una granja situada en la ochava opuesta intentaron llamar a la policía.
Casi al mismo tiempo el ladrón salió despacio, en contramano por calle Ocampo hacia el oeste y en su bicicleta. Unos pocos vecinos empezaron a reunirse en torno al comercio robado. Los comerciantes asaltados casi no advirtieron el movimiento del barrio. Ni bien el ladrón abandonó el comercio salieron tras él, cada uno en su vehículo, una camioneta y un auto.
El grupo no había llegado a desahogar las quejas contra el peligro y la inseguridad en el barrio cuando los conductores llegaron de vuelta. No maldijeron, no se quejaron. No dijeron más palabras que las necesarias para dispersar el amontonamiento. Plantearon que ya había pasado todo y pidieron que se fueran.
El interrogante de los vecinos lo resolvió un motociclista que hizo una aparición súbita. "Está remuerto", dijo el muchacho y se fue. "Le pasaron por arriba, a una cuadra de acá", confirmó otro conductor que se acercó al grupo tras pasar por Ocampo al 3100, frente al paredón de casi 100 metros de un aserradero.
Media hora después se escuchó en la calle la sirena de una ambulancia del Sies, que trasladó al hombre herido, no muerto, al Heca. Allí quedó internado. No vivía lejos del lugar que presuntamente asaltó. No puede decir que el accidente fue intencional sin dejar el robo al descubierto. Tampoco los comerciantes denunciaron el robo. En el barrio prefieren no hablar del tema con extraños. Algunos pensaron y hasta se convencieron de que el hombre murió de un balazo. Esa noche pocos fueron a ver que había ocurrido 150 metros más alla del comercio asaltado.

Aquí no ha pasado nada
Las calles de barrio Parque, una tarde de jueves, parecen tranquilas. Los comercios, en los cuales en voz baja muchos vecinos dicen que hay propietarios armados, tienen sus puertas mayormente cerradas y con rejas. Sólo las abren cuando el cliente es conocido. En el lugar se percibe el temor de la gente. Todos los locales, comentan, fueron escenarios de asaltos y por eso las precauciones a la hora de hablar con desconocidos. Quizás, un pacto de silencio para ocultar lo que todos saben que pasó pero nadie quiere contar.
"Con lo que le pasó a éste, seguro que por aquí no vuelven más". La frase cerró el diálogo que mantenían dos hombres apoyados contra los cajones de la verdulería de Ocampo y Suipacha. Después se hizo un silencio profundo, quizás interrumpido por la llegada del cronista de La Capital que no pudo precisar si lo dicho refería al episodio ocurrido la noche del sábado 24.
"La seguridad en el barrio no existe. El sábado nos asaltaron una vez más..." dijo un hombre gordo, morocho y de bigotes que se presentó como empleado de la verdulería y que al ser consultado por el atraco deslizó evasivas. "Yo no estaba...no se que robaron ni cómo terminó la historia", se escudó el hombre que interrumpió el contacto para atender a una clienta.
Sobre la otra ochava, una joven mujer enchufaba el cartel luminoso de su granja. En la vereda jugaban un adolescente y una niña. La llegada del periodista asustó a la comerciante que obligó a los chicos a ingresar al negocio y cerró la puerta con llaves. De nada valió exhibir una credencial. La mujer, al ser consultada por la seguridad en la barrio, sólo atinó a decir que "está todo bien". Habían pasado cinco días desde que su teléfono fuera usado para querer reportar el robo a la verdulería.
Cuando el cronista se retiró del lugar e hizo unos pocos metros vio como la mujer cruzaba rápidamente hacia el comercio asaltado. Quizás para ratificar el pacto de silencio del que es parte y que la ubica en una vereda de difícil identificación donde se cruzan distintos hechos delictivos.



Misterio y silencio tras un robo en Ocampo y Suipacha. (Foto: Alfredo Celoria)
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