Santa Fe. - El juez de distrito en lo laboral Raúl Lascurain, padre del ex seminarista que fue el motivo de la carta del sacerdote José Guntern reprochando al arzobispo Edgardo Storni el desliz de intentar darle "un beso sexual" al joven, no soportó esperar para desahogarse -como se había prometido a sí mismo- hasta que su hijo Martín sea llamado a declarar. "Muy dolorido y angustiado", el prestigioso juez, en cuya casa fuera recibido durante años el arzobispo como un miembro más de la familia, accedió a trasmitirle a una periodista de LT9 la amarga experiencia que marcó a su familia y terminó con la carrera eclesiástica de su hijo, en el verano de 1992. En aquella época, durante unas vacaciones en una casa de la curia en Calamuchita, Storni intentó besar en el cuello a Martín, quien tras rechazar ese acoso salió corriendo por un pasillo víctima de un estado de shock del que fue testigo el padre Guntern. El acontecimiento fue relatado por Olga Wornat en su libro "Nuestra Santa Madre" diciendo que eso había motivado una carta de reproche del cura a Storni, algo que Guntern admitió públicamente a la prensa y que luego, mediante amenazas, fue obligado por miembros del Arzobispado a retractarse, maniobra que a su vez lo llevó a denunciar a la cúpula eclesiástica santafesina en la policía y la Justicia. La valentía del sacerdote, de 82 años, movió al juez Lascurain a visitarlo en su domicilio para expresarle su adhesión y agradecimiento. Fue en ese ámbito donde circunstancialmente se cruzaron el magistrado y la periodista de LT9, Carina Bolatti, testigo de la amargura del hombre de la Justicia quien le confesó su dolor "porque este escándalo no habría explotado de esta forma si en 1994 en el Vaticano no se hubiese cajoneado el resultado de la investigación", señaló el juez. Lascurain admitió que su situación es comprometida y no vaciló en expresar lo que ha significado el episodio de Calamuchita en su vida y en la de su hijo, quien como es sabido abandonó los hábitos y -actualmente casado- se encuentra residiendo en Buenos Aires, y a quien se hace prácticamente imposible acceder. Martín Lascurain tenía 17 años cuando ingresó al seminario soñando en convertirse algún día en sacerdote. Una decisión que su padre respetó sin un convencimiento total, temeroso por la poca experiencia de vida que entonces tenía su hijo. Aún así, accedió comprendiendo que en Martín existía una verdadera vocación para la vida religiosa y en la convicción de que encontraría una realización que lo haría feliz. El juez contó que realmente creyó que eso era así hasta que sucedió el incidente que arrancó de cuajo todas las ilusiones. Cuando Martín se acerque a Santa Fe y haga las declaraciones ante el juez Giovannini, su padre tal vez esté en condiciones de hablar sobre un drama que sale a la luz después de diez años con toda su carga emocional, mucho más si se tienen en cuenta las relaciones que unían a esta familia con el arzobispo. Monseñor Storni -incluso todavía no era arzobispo- era habitué de la casa del magistrado y a tanto llegaba esa confianza que "cuando nació Martín, antes de estar en mis brazos estuvo en los de él", recordó con un dejo de tristeza y dolor el magistrado del fuero laboral. Lascurain no vaciló en exponer ante la periodista su terrible dolor. "Vos no te podés imaginar", le confesó, como también los horribles pensamientos que se le cruzaron, con fantasías que hasta le hicieron pensar en la muerte. De todas maneras, el juez si bien no dejó de expresar su pesadumbre por el caso, se declaró esperanzado de que saliendo todo esto a la luz "sirva tanto a la Iglesia como a los hombres".
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