Año CXXXV
 Nº 49.575
Rosario,
lunes  19 de
agosto de 2002
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Groucho Marx tomó al cinismo y la irreverencia como estilo de vida
Hoy se cumplen 25 años de la muerte de uno de los cómicos más recordados y personales de la historia de Hollywood

A 25 años de su muerte, es muy difícil separar a Groucho Marx de los personajes que, a veces a su pesar, interpretó para corresponder a un público ansioso de ver a aquel hombre de andar acelerado, siempre dispuesto a disparar las frases más irreverentemente surrealistas o a mostrar con delicado cinismo el sinsentido de casi todas las grandes empresas humanas.
Aunque se llamara Ronald Kornblow ("Una noche en Casablanca"), Rufus T. Firefly ("Sopa de Ganso") o Cyrus Hackenbush ("Un día en las carreras"), el personaje y sus recursos quedaron fijos desde los alocados comienzos del vodevil: un hombre que pierde los sesos por cualquier mujer atractiva que se cruce en su camino, infinitamente ingenioso para sacar de sus cabales o seducir a quien le convenga y, sin duda, dueño incorruptible de su personal escala de valores: ninguna.
Herido desde la tierna infancia por la escasa atención que recibió de su madre, Minnie, quien ya tenía suficiente con Leo (Chico) y Adolph (Harpo), Julius Henry, alias Groucho, fue desde la adolescencia el más retraído de los hermanos Marx, hasta que descubrió que sobre las tablas podía dar rienda suelta a todo su sarcasmo. Así, en los comienzos de las interminables giras por el circuito del vodevil estadounidense, nació el personaje de bigotes y cejas pobladas, que se mezcló de forma peligrosa con su creador.

Acidez para psicoanalistas
Como sucede con buena parte de la gente dotada de una gran inteligencia, Groucho no tenía paciencia con las personas que no podían acompañar su vertiginoso tren de pensamiento. Y la reprobación venía disfrazada, al igual que en el celuloide, de ácidos comentarios que generaban traumas dignos del mejor psicoanalista.
La principal víctima fue su esposa Ruth, quien, harta del maltrato, terminó refugiándose en el alcohol. Los visitantes de la residencia Marx recuerdan que Groucho no tenía empacho en preguntarle una vez que la cena estaba servida: "¿En qué campo de concentración te dieron esta receta?". Un chiste por demás llamativo viniendo de un judío, hijo de inmigrantes alemanes.
Pero su eterna disposición al chiste agudo era en realidad una vía de escape a una mente inquieta que no le dejaba respiro y lo hundía en un profundo malhumor. No era extraño que los amigos del actor recibieran un llamado telefónico a altas horas de la noche plagado de insultos. Era Groucho, luchando contra el insomnio.
Su interminable lista de fanáticos declarados, como los Monty Python, Allen o Bill Cosby, demuestra que Groucho marcó definitivamente una era justo cuando los cómicos pensaban que el cine sonoro iba a ser su ruina. Fue él quien demostró que el sonido podía ser un arma poderosa para los humoristas que planeaban el salto al celuloide.

Liberal e impertinente
Su absoluta irreverencia hacia las instituciones tenía sin embargo un límite. Groucho era un liberal convencido. Tan convencido, que el FBI le abrió un dossier a causa de las infundadas sospechas sobre una supuesta militancia comunista, cuando él era un acérrimo defensor del New Deal con el que Franklin D. Roosevelt sacó a Estados Unidos de la Gran Depresión. En ella, Groucho había perdido 800 mil dólares.
Está claro que no todo el mundo estaba en condiciones de recibir con una sonrisa las bromas de Groucho. A veces, él mismo elegía con cierta imprudencia a sus víctimas, sin tener en cuenta que no se trataba de un actor cuyo trabajo consistía en aguantar sus desplantes.
En una oportunidad, se cruzó con la indomable Greta Garbo en el ascensor del legendario productor Irving Thalberg. Parado detrás de ella, Groucho inclinó el sombrero de la diva hasta que le cubrió todo el rostro. Cuando Garbo se dio vuelta y le lanzó su conocida mirada petrificante, recibió como explicación: "Disculpe, pensé que era un amigo mío de Kansas". Según Groucho, esta inocente anécdota frustró la colaboración artística entre la Grabo y los hermanos Marx.
Y la broma siguió incluso después de su muerte. Mientras ordenaban la casa del recién fallecido Groucho, en 1977, sus hijos encontraron una nota en la que expresaba su último deseo: quería ser enterrado arriba del féretro de Marilyn Monroe. (DPA)



Cejas frondosas y habano: todo un ícono del humor.
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