Año CXXXV
 Nº 49.575
Rosario,
lunes  19 de
agosto de 2002
Min 4º
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Hugo Quiroga: "La sociedad argentina pasa de la pasividad a la exasperación total"
El politólogo dice que "las iglesias, clubes del trueque y voluntariados se desvinculan de la esfera política"

"Hay una tradición de no participación. Cuando hay normalidad es una sociedad pasiva y en momentos de crisis, gana la calle. La sociedad argentina pasa de la pasividad a la exasperación total y, en este punto, es una sociedad civil débil". Así, el politólogo e investigador de la Universidad Nacional de Rosario Hugo Quiroga analizó las nuevas formas y ámbitos de participación. Consultado por La Capital a partir de la encuesta realizada en la ciudad por el Instituto de Desarrollo Regional y la Universidad de General San Martín, el especialista aseguró que en la actualidad "se da una especie de participación de crisis", y explicó: "El derrumbe de la relación de representación provocó que los ámbitos que convocan a más gente se modificaran con la aparición de iglesias, clubes del trueque y voluntariados que se desvinculan de la esfera política".
-¿Se puede hablar de una nueva forma de participación social?
-Hay que distinguir el contexto de crisis de uno de estabilidad. Ahora se da una especie de participación de crisis, que expresa cuestiones sociales que implican nuevos actores, demandas y contenidos. El movimiento piquetero es la expresión de los últimos años en el país, mientras que los cacerolazos es otra expresión nueva. En los ochenta tenía que ver con la reivindicación de la democracia, mientras que ahora expresa el proceso incesante de exclusión, de empobrecimiento de la clase media, de pobreza estructural y de desempleo.
-¿Cuáles serían entonces los nuevos ámbitos donde la gente participa?
-Los nuevos espacios son, además del movimiento piquetero, los que tienen que ver con el mercado, como los clubes del trueque. Estos demuestran que el capitalismo no funciona bien y que hay un sector excluido del mercado formal. Los partidos políticos ya no aparecen porque con esta crisis se derrumbó el sistema de representación, lo que también hace que la participación en los partidos políticos no exista.
-Las organizaciones religiosas son las que más gente están convocando...
-Ese es un fenómeno que viene de los ochenta y que aumentó en los noventa. A mayor desocupación y marginalidad, más organizaciones religiosas. Las iglesias se convierten en un refugio espiritual frente a la falta de contención del Estado.
-¿Cree que realmente hay un aumento de la participación o sólo parece ser así en este contexto de crisis?
-Es difícil porque son formas de participación asociadas a la crisis, entonces se van a mantener en la medida en que ésta persista.
-El 78 por ciento defiende la democracia, pero dos de cada diez no lo hacen o prefieren gobiernos autoritarios. ¿Cómo ve esas cifras?
-Es un porcentaje alto de defensa de la democracia, si se lo compara con otros lugares de Latinoamérica. Pero hay una contradicción, porque si se habla de los partidos, el parlamento, de las políticas públicas, el Poder Ejecutivo y la Justicia, los índices caen. Y lo que pone en marcha la democracia son esas instituciones, ahí está la contradicción.
-¿Y por qué se da esto?
-Es que si se les pregunta si la democracia es lo mejor, surge la imagen del gobierno militar y la gente dice que sí. Pero la democracia no funciona en el vacío.
-Usted dice que el vínculo con la esfera política se rompió, ¿esto se expresa en el hecho de que las organizaciones no quieren aparecen relacionadas con los gobiernos?
-Es justamente eso, el derrumbe del vínculo de representación. Los ámbitos de participación se modificaron con la aparición de iglesias, clubes del trueque y voluntariados, que se desvinculan de la esfera política. La gente trata de diferenciarse de todo lo que tenga que ver con la política tradicional. Identifica la política con el poder.
-¿Cómo se reconstruye ese vínculo?
-Esa ruptura es tan grave como la reorganización de la economía y la clase dirigente no tiene conciencia de eso. Estas crisis dejan marcas fuertes que son difíciles de medir. Para reconstituir el vínculo hay que gobernar de otra manera, implementar políticas satisfactorias, moralizar la política, reestructurar los partidos y renovar la dirigencia. Es un proceso largo.
-Más de la mitad de los rosarinos no participa en organizaciones y también se da que la gente ve bien las asambleas, pero no se suma. ¿Cómo lo evalúa?
-La gente dice: «Lo veo bien, pero yo no voy». En Argentina hay una cierta tradición social de no participación y de formas de participación que no son estables. La sociedad pasa de la pasividad a la exasperación total. Cuando hay una cierta normalidad es una sociedad pasiva, mientras que en momentos de crisis, gana la calle. Es una sociedad civil débil.
-Además, pasa que los sectores medios apoyan los cacerolazos, pero no los piquetes...
-La protesta tiene motivos diferentes. La clase media se manifiesta en los cacerolazos, pero no reivindica los planes trabajar. Los piqueteros piden trabajo y tienen otras motivaciones porque están muy excluidos, son ciudadanos mínimos. Hay un movimiento social heterogéneo y contradictorio que está en la calle: clase media, sectores periféricos, empleados públicos y más. Pero cada uno se moviliza por demandas sectoriales.
E.L.


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