Año CXXXV
 Nº 49.574
Rosario,
domingo  18 de
agosto de 2002
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Tendencias. El modelo exportador clásico ya no sirve
La era de los bionegocios
La industria del conocimiento está transformando la economía mundial. Cómo exportar patentes

Alvaro Torriglia / La Capital

En el año 1985, Corea del Sur generaba el mismo número de patentes de invención que Argentina, Brasil y México. En el año 2000, el país asiático generó 3.500 patentes y los tres principales países latinoamericanos sumaron 300. Esto tiene consecuencias específicas: si en la década del 60 el argentino promedio ganaba dos veces más que un ciudadano de los tigres asiáticos, ahora gana seis veces menos.
"¿Por qué ellos sí y nosotros no?", se preguntó el mexicano Juan Enríquez, investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos (Cela) de la Universidad de Harvard, quien disertó esta semana en el congreso de siembra directa que se realizó en Rosario. Para el especialista "no se trata de diferencias genéticas ni culturales ni de dedicación al trabajo". Se trata de que aquellos países se decidieron a hablar "el nuevo idioma del mundo", que se basa "en el alfabeto digital" y a partir del cual se creó la "economía del conocimiento, que genera la tercera parte del valor de la economía mundial".
"¿Por qué ya no hablamos latín si en alguna época fueron los idiomas del mundo desarrollado?", se preguntó. Y se contestó: "Sencillamente, porque es mucho más fácil, por ejemplo, hacer matemáticas con un sistema basado del uno al nueve que con el sistema contable de números romanos. Mi tesis es que cada cientos de años, y ahora cada década, el mundo cambia el idioma que rige y genera la riqueza. Y en los últimos años, cambiamos otra vez. Mi computadora no sabe nada de números de cero al nueve, sólo sabe de ceros y unos, y gracias a eso se pueden hacer operaciones complejísimas en muy poco tiempo".
Y concluyó: "Ese idioma de ceros y unos es el idioma digital y es el que han aprendido a hablar los países que fueron exitosos, porque es el que abrió las puertas a conocimientos que transformaron radicalmente al mundo, como la informática, el software, la biotecnología y facilitó la aparición del nuevo alfabeto, que es el de la genómica".

Las posibilidades
Este mundo en el que un ternero no vale por ternero sino por su capacidad de convertirse en una fábrica de medicamentos, es un mundo que genera emprendimientos y negocios por miles de millones de dólares. Si la transmisión digital revolucionó la economía, tanto más lo hará "la posibilidad de leer el código genético de una vaca, un maíz, un ratón y un ser humano".
Enríquez explicó que "si hay manera de reestructurar la genética de un árbol para aumentar la celulosa en un 10%, la industria del papel cambia y con ella la economía que gira alrededor; si hay manera de reestructurar la genética de un chivo para que produzca una medicina con parte de su leche, ese chivo ya no vale 20 dólares sino un millón, si una banana se vuelve una vacuna contra el cólera, el cuidado que se le pone es infinitamente mayor".
Un mundo de millones que parece demasiado ajeno a la Argentina del default y la devaluación. Y sin embargo, se mueve. Esta semana, la empresa Biosidus presentó al primer ternero clonado en el país, paso intermedio al desarrollo de una experiencia para producir un remedio contra el enanismo; y un grupo de productores agropecuarios conformó una compañía, Bioceres, dedicada a vincular inversores con proyectos de investigación en biotecnología. En Rosario, en los laboratorios del Cefobi, se obtuvieron trigo y maíz transgénico. Científicos del Inta y las universidades trabajan en Argentina en el desarrollo de eventos de "segunda generación" como alfalfas que llevan introducida la vacuna contra la aftosa. Todas líneas de trabajo que podrían generar emprendimientos propios de la "economía del conocimiento", donde el negocio pasa por vender patentes más que por vender bienes, subsistirán en la medida de que no se trate de proyectos aislados.
Enríquez enfatizó que Argentina "se enfrenta ahora al desafío de reconstruirse como país" y recordó que el actual tipo de cambio favorece al sector agropecuario, "uno de los pocos sectores de esa economía que es competitivo a nivel mundial".
"¿Qué van a hacer con esas divisas, invertir en lo mismo de siempre o apostar a la ciencia y la tecnología como forma de patentar conocimientos originales para venderle al resto del mundo?", señaló.
Y otra vez apeló a la comparación con los tigres asiáticos: "Corea gasta el 3% del presupuesto en investigación, Brasil el 0,84% y Argentina el 0,38%, y esto significa que cuando se gradúa un biotecnólogo en Corea es mucho más probable que encuentre empleo, apoyo social, un grupo de gente con quien trabajar y que de allí surja un grupo de empresas en tecnología para exportar". Esto, aseguró, "tiene consecuencias en el largo plazo porque tener científicos en la población significa tener una serie de gente que habla el idioma que está hablando la economía mundial; en EEUU se genera una patente cada 3 mil ciudadanos, en Taiwán cada 6 mil, en Francia cada 14 mil y en Argentina cada 800 mil".

La agenda de desarrollo
Para el investigador del Cela, las recurrentes crisis de los países latinoamericanos exceden a la calidad de sus gobiernos o dirigentes. "Podemos colgar todos los días a un presidente o a un ministro de Economía, y eso nos va a hacer sentir bien pero no soluciona el problema de fondo, que consiste en que Latinoamérica ha equivocado la agenda de desarrollo, que hoy pasa por apostar a la educación de excelencia en las escuelas públicas, a las universidades y a los científicos e innovadores".
Admitió que se trata de políticas de largo plazo pero que deben ser implementadas con urgencia. "Si se hubiera hecho esto cuando empezó la reestructuración económica en la región en los 80, que ha sido tan dolorosa y tan costosa, ya estaríamos logrando lo que lograron Corea, Singapur y la India", advirtió.
Y puso como ejemplo el caso de México, un país que "se pone como ejemplo de lo que hay que hacer", donde "la tecnocracia gobierna desde el año 76, con dirigentes reclutados en Harvard y en el MIT", donde "las exportaciones saltaron a 175 mil millones de dólares" pero donde "el ingreso promedio de sus ciudadanos es el 15% de lo que era en los 70".
Explicó que ni las exportaciones ni el déficit cero consiguen por sí mismas solucionar el problema del desarrollo. "México sigue inaugurando ensambladoras pero no logra capturar el valor agregado de sus exportaciones, en la medida que no patenta", indicó.
"En Argentina, un país con tradición de premios Nobel, el 12% de las patentes que se generan pertenecen a empresas extranjeras, que se llevan ese conocimiento, y eso se paga cuando uno ve que cada vez quedan menos compañías latinoamericanas", agregó.
La inversión en educación pública, la ciencia y la tecnología, y "el coraje de decidirse a cambiar" es la diferencia que explicó Enríquez respecto de la experiencia asiática y la Argentina. Se lamentó porque "hay una falsa percepción en el subcontinente, que cree haberse acostumbrado a las crisis y piensa que en algún momento se toca fondo y se recupera". Y admitió que, "efectivamente muchas veces esto es así, pero también puede no serlo". Enfatizó que "no todos los países tocan fondo, en las Naciones Unidas se agregan año a año cada vez más sillas porque en todo el mundo hay naciones enteras que se pulverizan, y eso pasa en Africa, en Asia pero también en Europa". Y advirtió: "Que existan hoy Argentina y Brasil no quiere decir que vayan a existir mañana, a menos que tengan el coraje de reinventarse y hablar el idioma que habla la economía mundial, que es el conocimiento".



Pampita es sólo la punta de negocio que pinta millonario.
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