"Abuela, no me pegues más". El insistente ruego de un joven asaltante tirado en el piso de una granja de Lima al 2200 no apiadó a Norma Olivera, una mujer de 56 años que junto a su familia resistió con furia el intento de robo al comercio. Ella, su esposo y dos de sus hijas acometieron de todas las formas posibles contra el jovencito: lo golpearon, lo tiraron de los pelos, le dieron un botellazo en la cabeza y casi lo asfixian con tal de quitarle el arma calibre 22 que el chico no quería soltar. En medio del combate el ladrón disparó dos veces y uno de los proyectiles hirió en el pecho a Norma, quien salvó su vida de milagro, mientras que el muchacho fue detenido con lastimaduras varias y sin llevarse del local más que una tremenda paliza.
Norma Olivera tiene el aspecto de una abuela apacible. Es menuda, tiene una voz suave y habla con un tono mesurado que jamás permitiría imaginar lo que esta mujer de 56 años es capaz de hacer para preservar los pocos pesos que gana trabajando de 7 a 22 en su granja de Lima al 2200.
La mujer, abuela de dos nietos, está dispuesta a defender sus ingresos con uñas y dientes. Eso es lo que demostró un par de años atrás, cuando ahuyentó a golpes a dos ladrones armados, y lo que volvió a dejar en claro antenoche en un nuevo asalto a su comercio.
Cara desconocida
El robo ocurrió pasadas las 21.30. Norma atendía tras el mostrador del pequeño local junto a sus hijas Marta, de 32 años, y Jessica, de 17, cuando un adolescente vestido de negro de pies a cabeza golpeó la puerta. A esa hora, por precaución, Norma suele atender sólo a los clientes conocidos. Pero el hijo de una mujer que estaba comprando en el local se apresuró a abrir la puerta y en segundos el desconocido estaba en el local como un cliente más.
Esperó a quedar solo y recién entonces exhibió el arma. Tomó a Jessica del cuello, apoyó el revólver en la cabeza de la chica y anunció que se trataba de un asalto. La reacción de Norma fue inmediata: "Me agarró tal desesperación que le empecé a pegar", confió.
Segundos después el muchacho y Norma caían la piso. Enseguida las hijas de Norma se sumaron a la golpiza, de la que también participó su esposo, Rubén Moro, quien al escuchar los gritos desde la cocina se armó con un palo de escoba con el que apretó el cuello del ladrón. "Le hicimos de todo. Lo golpeamos como quisimos", dice la mujer, con asombrosa naturalidad.
Las cuatro personas se abalanzaron sobre el ladrón y se trabaron en lucha en el angosto pasillo que queda entre el mostrador y las estanterías. La hija mayor le partió una botella de cerveza en la cabeza y la más chica casi lo asfixia al retorcer sobre el cuello del muchacho las cadenas que llevaba. "No lo mató porque la frenó mi marido. Le había apretado de tal manera el cuello que el tipo estaba pálido y se le daban vuelta los ojos", contó Marta.
En medio de la confusión, el chico disparó dos veces. Uno de los balazos atravesó un estante de madera y perforó un envase de lavandina. El otro ingresó por la axila derecha de Norma y quedó alojado en el medio del pecho, tan cerca de la piel que se lo puede palpar.
Pero en ese momento la mujer no se dio cuenta de que estaba herida. Cayó al piso -cree que por la fuerza del impacto- y se lastimó con los vidrios esparcidos en el lugar. Cuando logró ponerse de pie, volvió a acometer contra el joven. "Lo agarré de los pelos y lo golpeé contra una heladera (que quedó rota y llena de manchas de sangre). No sé cuántas trompadas le dí", enumeró.
Fuga y detención
Al jovencito no le quedó más remedio que apelar a la compasión: "Abuela, no me pegues más", imploró, pero la mujer no estaban dispuesto a liberarlo si no soltaba el arma. Fue necesario que un cómplice del joven -que aguardaba en la vereda junto a otra chica- entrara a rescatarlo. Antes de partir, el asaltante soltó el revólver. Era un calibre 22 largo que luego fue secuestrado por la policía, con "dos vainas servidas y dos cartuchos intactos", informó una fuente policial.
Transcurrieron otros 20 minutos, en los que Norma conversó con los agentes del Comando Radioeléctrico, hasta que descubrió que la habían herido. "Me sentía mojada y tenía frío. Pensaba que había transpirado mucho, hasta que me saqué la ropa y vi la sangre y un agujero", describió.
La trasladaron en el patrullero al Hospital de Emergencias y poco después le dieron el alta. Los médicos decidieron no extraerle el proyectil por las complicaciones de la cirugía, ya que Norma es diabética y tiene problemas cardíacos. La bala pasó a un centímetro del pulmón y la mujer salvó su vida de milagro.
Poco después, a la 1 del viernes, efectivos de la comisaría 13ª detuvieron en La Paz al 4400 a un chico de 17 años sindicado como el autor del robo. Ayer, algo dolorida por los golpes y lastimaduras, Norma no se explicaba qué impulsó a los ladrón a asaltar su granjita: "¿Qué se podía llevar el infeliz si para colmo ese día no se trabajó nada?", analizó.