En el comienzo de su visita, el Sumo Pontífice quiso asegurar a los perdedores del cambio económico en ese país que tienen su solidaridad. "Quien trabaja por el bien de la ética social católica no puede al mismo tiempo dar la espalda al destino de las personas sin trabajo, a la creciente pobreza y a quienes no tienen esperanza de una mejora para ellos mismos o para el futuro de sus hijos", afirmó. "El destino de Polonia está muy cerca de mi corazón", aseguró con una voz relativamente fuerte. Señaló que es muy consciente de cuánto ha cambiado su país desde su primera visita como Papa, en 1979, y afirmó que ve cómo los polacos utilizan su libertad recobrada. Sin embargo, dijo que también sabe "que muchas familias polacas, en especial las que tienen muchos hijos, y muchos desempleados soportan el peso del cambio social y económico". El presidente de Polonia, Aleksander Kwasniewski, destacó en su discurso de bienvenida la figura del Sumo Pontífice como "gran autoridad moral" para sus compatriotas. "A todos los polacos, creyentes y no creyentes, jóvenes y mayores, les impresionan sus palabras y actos", dijo el jefe de Estado a Juan Pablo II.
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