Una maestra de 98 años, María Luisa Lischetti, sigue convocando a un grupo de sus alumnos de más de siete décadas para recrear el afecto y los momentos vividos en la Escuela Nº 180 de Alcorta. Los encuentros repletos de emoción y anécdotas tienen lugar en un geriátrico de Rosario, donde la "señorita" los recibe con la misma calidez con la que los cautivó años atrás, cuando cursaron todos los grados de la escuela primaria bajo su atenta mirada.
Lúcida e impecable, María Luisa (Chocha) preside la reunión de quienes en la década del 30 fueron sus alumnos y ahora son ex residentes alcortenses que nunca cortaron los lazos con su pueblo y generan ayuda constante para las instituciones de bien público de esa localidad. Chola Micheli, Beti Méndez, Pocha Mafei, Chicha Cerrutti, Nuna Giuletti, Delia Maggi, Inés Martín, Emilia Fina, compiten por los relatos. Mientras Tito Martín, Aldo De Luise, Carlos Loughlin, Mario Chauvin y Alfredo Parodia, asienten sonriendo ante cada una de las evocaciones.
¿Cómo recuperaba el silencio? "Me paraba seria frente al grado y ellos entendían", comenta María Luisa que se dice que fue una amiga y confidente de sus alumnos. Que, por aquel entonces, eran "respetuosos y dóciles". La reunión se va animando, recuerdos de juegos, materias preferidas, las grandes y prolijas veladas escolares. La memoria no descansa, ella en el grupo disfruta y festeja con una vitalidad envidiable.
Atenta y con voz firme, María Luisa sigue el ritmo de los episodios que evocan los alumnos y hasta entona la melodía de una escena de gimnasia rítmica que en aquel entonces preparó con sus alumnos. Tampoco se priva de las bromas. "Era la más terrible del grado, le ponía conducta regular por no ponerle directamente mala", comentó señalando a Chola, de 79 años, que festejó la mención entre risas. Muchas de las alumnas son docentes y con el tiempo fueron compañeras de trabajo de la maestra que tanto admiraban. "No lo podíamos creer", explicaron.
Los buenos viejos tiempos
El salario como docente nunca fue bueno, "pero nunca hicimos huelga", relata María Luisa. Además, explicó que en aquel momento no había cobertura social para el maestro, que cuando se enfermaba era reemplazado por un compañero que no cobraba por ese servicio. Pero hay un intangible que Lischetti se empeña en rescatar, el rol que ocupaba el docente en la sociedad. "La familia nos quería, nos demostraba el afecto, me gustaba decir que los padres, alumnos y la escuela formábamos una sociedad anónima", evocó.
Con una sonrisa fresa, María Luisa explica que no hay ningún secreto para llegar con tanta vitalidad al filo de los cien años. "Me levanto, arreglo mi cama, ordeno la ropa, escucho la radio, me gusta estar actualizada, escucho música, me agradan todos los géneros musicales pero el tango me atrapa", aseguró.
En la mirada de los ex alumnos aún hay admiración y respeto por la maestra. "Tengo una deuda de gratitud con usted", dispara uno ante la mirada de asombro de María Luisa. "Cuando íbamos a recolectar maíz durante dos meses no podíamos ir a la escuela por la mañana, pero Chocha nos daba clase por las tardes en su pensión", comentó otro ex alumno. Es la media tarde de un día soleado, afuera, el ritmo de la ciudad parece ajeno ante un grupo de gente mayor que está dando la mejor de sus lecciones, la de los afectos.
Grupo solidarios
Los ex alumnos de María Luisa Lischetti, que jamás olvidan su cumpleaños ni el Día del Maestro, pertenecen al grupo de ex residentes de Alcorta.
La mayoría vive en Rosario desde hace años, pero continúan en contacto con sus raíces. Dos veces al año organizan almuerzos y rifas para ayudar a las entidades que prestan servicios en esa localidad.
En los últimos años hicieron llegar una mesa de cirugía para el Samco, un televisor para el Hogar de Ancianos y un video para una escuela, entre otras contribuciones.