Año CXXXV
 Nº 49.567
Rosario,
domingo  11 de
agosto de 2002
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Ramallo, el juicio. El diálogo que terminó en tragedia
Cómo se resolvió la negociación entre policías y delincuentes
La última audiencia del proceso reavivó la controversia sobre la actuación del mediador policial

Jorge Salum / La Capital

Eran las 3.56 de la madrugada del 17 de septiembre cuando Miguel Hernández pidió por última vez a su abogado una oportunidad más para tratar de convencer a Cristian Saldaña de que se entregaran a la policía. "Dame 15 o 20 minutos y llamame", pidió y se alejó del teléfono. Carlos Varela cerró su celular y presintió que eso no ocurriría porque ya sabía que Saldaña, a quien no conocía personalmente, estaba dispuesto a morir con tal de que no lo encarcelaran. El propio Miguel se lo había dicho.
Varela encendió un cigarillo y esperó, ansioso. A su lado estaba el juez Carlos Villafuerte Ruzo y el jefe del Grupo Especial de Operaciones de la delegación Rosario de la Policía Federal, comisario Carlos Ruso. Los dos habían escuchado cuando el abogado, en un intento desesperado por convencer a Hernández, casi susurró su última frase antes de cortar el teléfono: "De la cárcel te puedo sacar, Miguel, pero del cementerio no", había dicho.
El abogado llevaba dos horas prácticamente atrincherado en la escuela desde donde Villafuerte Ruzo dirigía las operaciones para liberar a los rehenes y arrestar a los delincuentes que intentaban robar el tesoro del banco. Entre él y su cliente sólo se interponía una pared. Y estaba allí porque el propio Hernández lo había hecho llamar a Rosario para tratar de salir vivo de la peor situación en la que se había metido en su larga carrera de delincuente.
Ocho minutos después del último diálogo con Hernández, Varela y todos los que estaban con él tuvieron que tirarse al piso. También el juez Villafuerte Ruzo. Cuando a la lluvia de balas siguió un silencio breve y tenso que muy pronto sería roto por los gritos de los policías que estaban afuera, el abogado comprobaría que su intuición no había fallado.

Una posibilidad frustrada
Dos días después de aquel desenlace, Varela reveló a este diario un dato que a su juicio apresuró el final trágico del asalto al banco. "Saldaña estaba furioso con Pablo porque lo había traicionado. Lo engañó tanto que ya no le creía y sabía que el grupo Halcón estaba por entrar al banco. Por eso decía que prefería morir a entregarse".
Pablo era el negociador del grupo Halcón, una fuerza especial de la Policía Bonaerense. El viernes, ese negociador, el subcomisario Pablo Bressi, confirmó ante el Tribunal Oral la presunción de Varela al admitir que él mismo recomendó al juez Villafuerte Ruzo el asalto "táctico al banco" para detener a los captores y rescatar a los rehenes.
"Lo hice porque las negociaciones estaban estancadas y ya no había nada para negociar", fue la explicación de Bressi. Varela todavía cree que era posible negociar una entrega a cambio de un proceso rápido y un lugar seguro para cumplir la sentencia, tanto para su cliente como para los otros dos asaltantes. Pero recién volvió a ver a Hernández a las 6 de la mañana, tirado en el suelo al lado del Polo del gerente del Banco Nación, Carlos Chávez. "Es él", dijo cuando le pidieron que lo reconociera oficialmente.
Los tres diálogos que Varela mantuvo con Hernández entre las 2 y las 3.56 de la mañana están grabados. El contenido de esas charlas está impreso en las últimas 30 páginas de un bibliorato de tapas azules que el presidente del Tribunal Oral, Santiago Harte, acomoda junto al voluminoso expediente del caso en las audiencias. Su contenido está vedado a la prensa pero no para el fiscal Eric Warr y los defensores.

Posición de fuerza
"¿Qué hiciste, Miguel?", se lee en una de sus páginas. Fue lo primero que Varela le preguntó a Hernández cuando Villafuerte Ruzo, luego de dudar un bueno rato, lo autorizó a hablar con su viejo cliente, al que defendía en un par de causas incluyendo el robo al ex Banco Provincial de Santa Fe de Alberdi y Génova. Eran casi las 2 de la madrugada y ya hacía un rato que el diálogo entre Saldaña y Pablo se había cortado. A esa hora, por recomendación del negociador, el grupo Halcón ya preparaba el asalto al banco, que en principio estaba estipulado para las 2 en punto.
"Otra vez me mandé una cagada", fue la respuesta de Hernández. Varela le explicó que esta vez su situación era más comprometida que nunca y que su vida corría peligro porque la policía se preparaba a entrar. "Ya lo sé, por eso te llamé", retrucó el asaltante.
Después hubo otro contacto y allí Hernández confirmó algo que ya había adelantado la primera vez: Saldaña estaba fuera de control y no le importaba morir con tal de que no lo atraparan. Su ira apuntaba directamente contra Pablo, a quien le había entregado tres rehenes y de quien no había conseguido más que una llave, algo que no le permitía a la banda llegar hasta el tesoro del banco.
El viernes, cuando Pablo estaba declarando en el juicio oral, Varela le preguntó quién tenía la posición de fuerza durante las negociaciones. "Nosotros", respondió el negociador y el abogado perdió los estribos al punto de recibir una advertencia del presidente del tribunal. Después diría que fue esa misma actitud ("Soberbia", según Varela) la que impidió evitar el baño de sangre con el que terminó el copamiento. "Si de un lado hay un ladronzuelo que le pone un cuchillo en la garganta a un rehén para que lo dejen escapar, y del otro hay un ejército de cazas y tanques, ¿quién es el que tiene la posición de fuerza?", preguntó el abogado a este cronista. La respuesta no fue necesaria.



Pablo Bressi al retirarse de los Tribunales Federales.
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